sábado, 29 de diciembre de 2007

La Navidad, vacaciones

Fecha señalada para felicitar las fiestas desde el blog. Pues nada, a ello me dedico. Muchos sms, muchos e-mails, llamadas, postales navideñas. El otro día leía un correo (de los típicos, en cadena) que daba razones por las que apoyar a los Reyes Magos y no a Papá Noel. Días antes, en un periódico de tirada nacional pero gratuito (sí, cada vez están más al alza) leía otra vez lo mismo, diferencia entre los dos y comentarios de adultos, lo juro: adultos, opinando cuál les gustaban más. En la tele, contaban la historia de un señor de verde en Australia que traía regalos el día de San Nicolás, y que luego una multinacional o la Multinacional, como queráis llamarle, le puso el rojo y el blanco de su marca y tira pa'lante, a vender y vender. Regalos y regalos en esta Navidad materialista, mientras yo estoy con mi familia y con esas personas que quiero, pasando estos últimos días del año como me gusta, como tiene que ser.

Yo mientras, pienso en estos meses ya pasados del nuevo curso, en mi estancia en casa de Jose, en aquellas noches intentando que subiera el condón (merece entrada aparte) en la maceta. Yo pienso en este mes y pico que me lo he pasado de puta madre, aunque olvidara un poco estudiar, jugando con Fukunishi, Sir Van Chemita y el Emperador Ilde, haciendo experimentos raros, creando flores de papel para regalarle un ramo a la vecina (Mari Paz, un placer tenerte de vecina, de verdad). Aquellas noches distintas al resto. Y sí, tío, buenos momentos que hemos pasado pese a no jugar ni un solo día al baloncesto, ya nos vale. Pero antes de eso hubo un tiempo en la residencia, a comenzar con el gimnasio (prometo volver a ir), gente nueva y un comienzo de curso con mucha marcha (cumple con los de la Residencia, con las señoritas de Medicina -Guada, también me acuerdo de ti-, con algún que otro árbitro, sea con quien sea). Pero claro, siempre hay un pero, siempre faltaba alguien, alguien que hiciera distinto todo aquello, que me permitiera que fuera mi comienzo de curso inolvidable.

Antes de que me pierda del tema, que 2007 se marcha, que no fue malo pero que sin duda 2008 será mucho mejor, que quería felicitaros las fiestas, que lo paséis bastante bien. Recordad que si sois estudiantes como yo, Diciembre también se considera mes de estudio. Y por último, no olvidéis portarse bien para que LOS REYES (y sobretodo, Baltasar, era mi preferido) os traigan todo lo que pidáis.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Línea 22, escasos 14 minutos...

Hace ya un año que empecé con esto de hacer un blog y aún no me aburrí, cosa rara. Tengo que reconocer que ha habido meses mejores y meses peores, algo relacionado con el número de entradas. En Agosto o Septiembre, por ejemplo, tengo muchas. Sin embargo, el primer cuatrimestre del año apenas tengo un par de textos añadidos. Y es que esto no lo hago por obligación, ni quiero que tenga millones de visitas, únicamente tengo la oportunidad de tener una esquinita de este mundo en el que desahogarme cuando nadie me oiga, cuando nadie (ni yo) quiera hacerlo. Es jodido ver cómo cuando tienes un buen día la gente te habla, te sonríe e, incluso, te confiesa algunos de sus pensamientos. Hoy no es un día de esos. Algo no debió funcionar en mi realidad (compleja realidad) desde que esta mañana me levanté más de media hora antes de que sonara el despertador y yo negándome a abrir los ojos, ¿acaso no merecía dormir un poco durante la noche? Eso sí, ordené todo, me di una matinal ducha, y tras un rato eligiendo la ropa y el peinado, salí a la calle con las gafas de sol, el mejor de los jersey's y con el libro en mano, iba a ser un día muy largo pero estaba dispuesto a afrontarlo con la mejor de mis sonrisas. Algo se torció (aparte de mi tobillo) y no fue así. Se me borró mi sonrisa, la perdí, ¿alguien la encontró hoy tirada por el suelo de la calle?
Y bueno... qué decir si el intento fracaso por recuperarla, por parte de uno de los de siempre, no llegó a buen fin (no subió, no, tío). Y qué decir si para un día que me dio por cambiar, que no estuve afortunado, cambié parte de mi vida, me di cuenta de tantas cosas, de que no era todo tan bonito, que sigue siendo lo mismo. Si yo sonrío la gente lo hace conmigo, si no lo hago, la gente se va a dormir, estudiar, pasarlo bien... (o a dónde coño quieras que se vayan). Después de tanto error por mi parte, me doy cuenta de que hay algo que sí que acerté: Hoy iba a ser un día muy largo.

martes, 20 de noviembre de 2007

En lo penoso de estar enamorado

¡Qué verdadero dolor,
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Qué amor y qué desamor!
¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos,
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué enredos, ansias, asaltos!
¡Y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor,
Que el tenerla y no morir:
¡qué mentiroso vivir!
¡qué puro morir de amor!

Francisco de Quevedo, -uno de los grandes-

No sé... raro

No quiero promesas, ni sueños, ni nada que me haga sonreír inútilmente. Supongo que será cuestión de tiempo. A veces gris, a veces claro; a veces lluvia y otras sol. Así soy yo. Un día puedo ser el chico más feliz del mundo y otros no salir a flote. Cuántas veces he puesto una sonrisa por educación cuando no tenía ganas . Creo que no hace falta. Ya sé qué es la felicidad. Supongo que es como el amor, que hasta que no lo pruebas por ti mismo no puedes hacerte una idea, por muchos que te lo expliquen. Feliz, feliz... alguien tiene que saber concretamente qué es eso de ser feliz, tener la fórmula exacta y el antídoto perfecto. Dinero, amor, salud; no sé, no creo que sea tan sencillo. "Hoy estás raro, no sé, estás callado". Cuántas veces me han dicho esa frase. Y es que más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón. Qué quieren, si quieren sonrío pero antes que me den un motivo. Esperan que lo haga porque sí, pues no. No estiendo por qué. Hace poco oí una frase que no se me olvida. "La vida es como un anuncio, corta y llena de mentiras, para luego no recordar que nos querían vender." Así que s hay tanta mentira, yo no quiero participar con una sonrisa o con palabras sin ganas. Y como al final no voy a recordar qué me querían vender pues da igual, tampoco recuerdo por qué sonreír. Pero está claro que sin promesas ni sueños, todo esto de recordar se me hace aún más difícil.

martes, 6 de noviembre de 2007

En las clases, no entiendo

Estoy aquí, sí, en Málaga, sentado en la parte trasera de una clase, rodeado de personas que miran con rareza a un profesor, que explica cosas que no entiende nadie, excepto él. Yo, mientras tanto, pongo mi cabeza sobre los hombros. Ya basta de flotar creyendo que no hay preocupaciones ni responsabilidades. Llevo unos días con mi cabeza pensando en qué voy a hacer en el futuro, sin pensar en lo que debo. Tanto tiempo con mi cabeza en mañana me hizo esperar algo. No sé. Hablando de esperar, recuerdo esperar a alguna chica durante un buen rato, era mi oportunidad de verla antes de irme, me daba igual cuánto tenía que esperarla, sólo quería verla y que me sonriera como ha hecho desde el primer día que nos vimos. Estuve un rato, disimulando con el móvil en la oreja, haciendo como el que hablaba, para que la gente no me tomara por loco. Un chaval dando vueltas nervioso mirando por la cuesta que tenía que venir no era normal. Una señora mayor que salía de un local le comentaba a la que parecía la mayor de sus hijas, "Mira, un muchacho así quiero yo para ti, seguro que espera a su chica". No señora, no. Me hubiera gustado responderle que no era mi chica pues sino no esperaría a que llegara, simplemente estaría con ella. Ella no me comprendió la última vez que la vi, pero es lógico, ni mis mejores amigos lo hacen, así que no. No es mi chica, pero esperé. La esperé durante un rato y no apareció, me lo temía. Pues nada, otro día será, no me canso y aseguro que ya estoy pensando cuando voy a poder.
¡Ah! por cierto, que el profesor se ha callado, es decir que hay descanso, de clase se entiende, porque lo que es mi cabeza nunca descansa.

Ellos, mis colegas


Carlos, Jonathan, Aarón, Lucas... perdonadme, sabéis lo que pienso de vosotros y que no quiero ver que pasáis de mí ¡eh! (nota de advertencia). Pero hoy quiero hablar de dos en concreto, Gumer y Jose (el otro administrador de este blog, aunque estoy pensando en echarlo). Me salí un poco de mi estilo en las entradas del blog pero da igual. Hoy quiero recordarles los años que hacía que nos conocimos, y más que nada los momentos que pasamos juntos, desde que compartí clase con Gumer o jugué por primera vez al baloncesto con Jose, hasta estos últimos días de verano. Ellos son los únicos que me pegan una torta para que espabile, me cogen de la cabeza para que mire para otro lado cuando lo que veo no me gusta. Ellos son con los que me peleé en un dohyō en la playa, los que me pegan un empujoncito cuando me atasco. Gracias por todo, chavales. Este agosto y este septiembre me di cuenta que puedo contar con los dos, que donde estéis siempre habrá una risa o un oído para cuando los necesite. Ya sabéis, estoy aquí. Dónde están esos amigos que nunca se iban a ir. Sevilla - Tarifa - Málaga, pasado, presente y futuro. Es fácil demostrar que si quieres la distancia no es el olvido. Os quiero amigos.

lunes, 1 de octubre de 2007

Qué difícil, por un beso

Tumbado bocarriba, con la música puesta a ocho, en cualquier colchón de un hotel. Un gran libro en mis manos, al que hace un rato dejé de lado. Mi móvil sonando a lo lejos. Ropa tendida en la silla del balcón. Y con la mente muy lejos de aquí. Recordando el beso del jueves por la noche. Ese beso en la boca me volvió loco, me hizo volver a ese sentimiento que hacía ya un tiempo que no tenía. Veía un concierto de poca calidad y decidí quitarme del medio. un amigo ya lo había hecho antes. Andé con paso dudoso, sin saber hacia dónde ir, hasta que llegué fuera. Me hubiera gustado que no hubiera ocurrido aquello. Desde aquel momento todo fue distinto. Mi cabeza no me deja tranquilo, no puedo descansar sin que aparezca en mis sueños eso que tanto deseo. No entiendo el por qué de todo esto, no me entiendo a mí mismo. Pero eso es normal, nadie me entiende. Ya sé que no puede estar todo el día un amigo pegándome tortas pero ahora quiero que la próxima torta me la pegue una amiga, eso sí, que luego me pida perdón. Quizá así se me quite todo esto que ronda en mi cabeza. Y ahora que lo pienso, qué difícil soy, todo esto por un beso en el que poco tengo que ver.

jueves, 27 de septiembre de 2007

ey, Hola

Tras un rato esperando en el lugar donde debía estar, tras unos momentos con la música puesta, sentado, oyendo conversaciones de los que me rodeaban, llegó una chica. Una chica que hacía varios días que no veía. A medida que se acercaba veía como me sonreía para saludarme. Yo le contesté con una mirada acompañada por una mueca en mis labios. Se fue acercando, poco a poco preo con un paso decidido. Pasó frente a mí, dijo hola, tanto con la mano como con palabras. Y allí, en ese preciso momento se callaron las conversaciones, la música se paró, incluso su paso paró. O eso, al menos me pareció. No podría explicaros que me pasó por mi cabeza, no comprendo por qué se paró todo, quizá fueran sus ojos clavados en los míos, o quizá era porque llevaba todo el día esperando ese momento. Tan solo fue un saludo, pero hay saludos que dicen más que largas conversaciones.

domingo, 23 de septiembre de 2007

I won't...

Come on... you know this life is short that's wake up one day and wrong day... all you dreams, everything you wish for anyone other gone just like that, you know, people get old and all things change and situations is change, but I want is just... I want this moment right now this day my feelings for you the way you look right now when I look at you I just want this last forever, you know...

Well, we've already know we really had each other and nothing can change that but I just want you know no matter what way you always have somebody here for you, I always. I'm never gonna leave you, I'm never gonna leave you. I love you...

I know, I know...

Don't leave me...

I won't...

Don't leave me...

I won't!!

Wake me up when september ends



Summer has come and passed,
the innocent can never last,
wake me up when september ends.

Like my fathers come to pass
even years has gone so fast,
wake me up when september ends

Here comes the rain again
falling from the stars,
drenched in my pain again
becoming who we are.

As my memory rests
but never forgets what I lost,
wake me up when september ends.

Summer has come and passed,
the innocent can never last,
wake me up when september ends.

Ring out the bells again
like we did when spring began,
wake me up when september ends.

Here comes the rain again
falling from the stars,
drenched in my pain again
becoming who we are.

As my memory rests
but never forgets what I lost,
wake me up when september ends.

Summer has come and passed,
the innocent can never last,
wake me up when september ends.

Like my father's come to pass,
twenty years has gone so fast,
wake me up when september ends,
wake me up when september ends,
wake me up when september ends.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Con todo aquello que siempre me gustó

Los primeros rayos del sol se colaban por mi ventana para despertarme. Miré directamente hacia el haz de luz, minúsculas partículas en el aire concentradas en esa línea recta que seguía la luz. Me levanté de la cama con un salto, con optimismo. Vi mi maleta en la cama de mi lado, vi las bolsas preparadas para llevarme, muchas cosas para hacer todavía. Creí que hoy empezaría todo, y no. Hoy no. Hace dos días que lloré, no sé por qué, para qué mentir. O quizá sí lo sepa. Lo que sí sé seguro, es que allí empezó todo. Y luego el día siguiente. No fue un día cualquiera, no fue uno más en mi vida. Después de varias semanas, era el día en el que mejor me sentí, en el que volví a sonreír. Ya comprendí mis nervios de esa misma mañana, algo sentí. Menos mal que no soy poeta, menos mal que sigo aquí. Sigo, porque no puedo hacer otra cosa. No puedo evitarlo, de hecho me gusta. Y lo que quiero es volver a mi cama, poder descansar con un sonrisa, con el olor en mis sábanas, el sabor en mis labios y este corazón que no debió palpitar tan fuerte. Me delaté. Me delataron todas mis caricias, mis miradas, mis sonrisas, mis besos y yo. No supe decir no. Lo confieso, no quise decir no. Cada vez lo tengo más claro, los sueños están para cumplirlos. Sino, ¿qué hacemos aquí? Yo lo tengo claro, intentar cumplir los míos a partir de momentos inolvidables.

Fin de exámenes

Fin de exámenes. Ya acabaron mis temidos exámenes de Septiembre, los que hacen que no despierte cualquier día de verano pensando en no hacer nada, sin esa voz que grita cada vez que olvido el no estudiar. Porque sí, tuve exámenes de recuperación. Ya, ya sé que no hice bien mis deberes durante el curso. Bueno, estudio Ingeniería (Telecomunicaciones, para ser más exactos) y pocos se sacan la carrera a curso por año. Muy pocos. Y también mis mejores amigos están estudiando y haciendo exámenes en esta época. Pero yo no me preocupo, ya se conoce el refrán: “Mal de muchos...”, y yo lo soy, así que queda aplicado a esto.
Lo dicho, se acabaron, ahora aprovecharé esta semana y media escasa que tengo para descansar y empezar a planear el curso siguiente, con sus estudios y sus fiestas. Porque nadie me va a negar que hay que divertirse, remordimientos aparte.

Calla Pepito Grillo, que hoy decido yo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Nada, nada, nada

Miro el calendario como tantas veces hice, pero hoy es distinto.

Me pongo a escribir y no quedan letras.
Me pongo a gritar y no queda voz.
Me pongo a llorar y no quedan lágrimas.
¿Qué queda? Nada, no queda nada.
Todo lo que había para hoy se quedó en la playa, a pocos metros del mar, enterrado en la arena, borrado por la marea.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Sanggreal

Es momento de acordarse un poco de unos amigos de hace ya algún tiempo, y vecinos de toda la vida de éste, mi pueblo (Facinas). Hablo de Sanggreal. ¿Sangre Real? No, puedo asegurar que ninguno es ni quiere ser un rey, o quizá sí, pero sólo de la música. Ese metal que hacen les hace sentirse bien. Hace poco hablaba con ellos y vi como sonreían al contarme los planes de futuro y esos conciertos que habían hecho. Los nervios hay que controlarlos chicos. Este grupo nacido en una panadería, que algún día les dio por coger un par de guitarras, un bajo, un teclado y una batería está hecho para subir. Subir y triunfar es lo que les deseo en este blog que no podía olvidarse de ellos. Influenciados por Mägo de Oz, Saurom y Moonsorrow, entre otros y apoyados por el pueblo entero, tendrán todo lo necesario para comerse el escenario cada vez que ellos decidan subirse y hacer lo que les apasiona: hacer música.
Les deseo suerte, un abrazo para cada uno de ellos (Fran, Martín, Óscar, Andrea y Alex), y para quien quiera más información dejé un enlace de Sanggreal.

Hoy, al menos, no


Vuelvo a casa pesándome los pies, con la espalda dolorida, el día no fue lo que esperaba, podría haber sido perfecto, pero no. Me senté en la primera silla que encontré y estiré las piernas. Encendí el ordenador, no tenía ganas de cenar, así que pasé un par de largas horas buscando conversación por la red, buscando que alguien me dijera que se acordaba de mí, que quedáramos. Me aburrí al no encontrar lo que buscaba. Cogí el teléfono para tener la conversación que el destino me había negado. “Buff” no podía ser, hoy al menos no pude. De nuevo esa tristeza que rompe en mi cabeza. Soy débil, no puedo luchar contra lo que quiero. No sé qué hacer. Quizá yo no tenga nada que hacer, quizá seas tú. Me conformo con encontrarme un rato con la felicidad. ¿Acaso pido mucho? No creo, aunque claro, algo al final siempre falla.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Cada dos minutos


Cada dos minutos cambio de opinión
si me roza el corazón
con el filo de sus labios.
Cada dos minutos desesperación
se acomoda en mi colchón
y casi no deja espacio.

Cada dos minutos cambio de estación,
primavera en un rincón,
se atrinchera el verano.
Cada dos minutos muere de calor
y cegado por el sol
busca un otoño mojado, mojado.

Cada dos minutos trato de olvidar
todos los momentos que pasamos.
Cada dos minutos una eternidad,
cada dos minutos sin tocar tus manos.

Cada dos minutos trato de olvidar
todos los momentos que pasamos.
Cada dos minutos una eternidad,
cada dos minutos sin tocar tus manos.

Cada dos minutos pierdo la razón,
me abandona la ilusión,
me tropiezo y me caigo.
Cada dos minutos recuperación,
me despierta en el salón
y me levanto despacio,despacio.

Cada dos minutos trato de olvidar
todos los momentos que pasamos.
Cada dos minutos una eternidad,
cada dos minutos sin tocar tus manos.

Escritor de momentos en aceras rotas

Una señal de prohibido el paso, eso es lo único que puedo ver desde el lugar donde me encuentro. He comido sin hambre, he mareado las patatas y jugado con el pan. Mi bebida se acabó pronto, mi boca seca. Mis libros están guardados, las esperanzas rotas. Sentado en la acera sonrío a una chica y le ofrezco sentarse a mi lado. “No, gracias, mi chico viene ya”. Un autobús pasa por delante de mí, ¿lo cojo? Sí, pero ¿hacia dónde voy? No sé, no hay lugar donde ir. Coloco mi mochila a la espalda y me acomodo de tal forma que mi cabeza queda reposada sobre un banco. Inclinado mirando a las nubes, cada una distinta pero todas con cierto parecido a algún recuerdo. Cierro los ojos e intento descansar. Llevo varios días sin dormir, con este maldito dolor de cabeza que no me deja vivir. Porque sí, ya no vivo, ni siento, ni padezco. Ahora no sonrío, ni lloro; no juego, ni canto. Ahora no descanso, estoy cansado y harto, me han vencido. El silencio se apoderó de mí, ahora callado, tan sólo escribo. Y es que no soy más que un escritor de momentos en aceras rotas.

viernes, 31 de agosto de 2007

Con mis gafas de sol mirando a la luna

Despacio, hablaba con un amigo, era fácil. Pronto me di cuenta que caminaba sobre barro, con los pies húmedos, la mochila a la espalda y rodeado de hostilidad en forma de personas. No me gustaba aquello. No me sentía cómodo en aquel ambiente de inmundicia. Corrí, salté, me tiré en el suelo. Nada. Allí no había nada que pudiera detenerme. Así, empecé a andar, cada vez con un paso más acelerado, aprisa, por último corriendo. Noté que me elevaba, no me importaba nada en aquel momento. Empecé a notar el aire fresco de la lejanía, el aire renovador de estar cerca. Estaba cansado pero sonreía. Hay un largo camino entre la tierra y las nubes, por las que floté sin dudar si hacía bien o no. Con la espalda dolorida, un martilleo constante en mi cabeza, mi corazón palpitando con celeridad, la boca seca formándose saliva en la comisura de mis labios..., estaba cansado pero llegué. Ya estaba allí. Hay un largo camino entre la tierra y la luna... hay un largo camino que no me importó recorrer. Me puse mis gafas de sol para mirar a la luna, la acaricié, sonreí y hubiera dado más de lo que tengo en quedarme allí, alojarme en su centro. Una lágrima cayó ocultada por la oscuridad de mis gafas. Me volví, aquella luna nueva no brillaba igual. Aquella luna quedó de forma vestigial, quedó como resto de algo que ya perdió su función.
Anoche volví a ver a la luna, esta vez llena, brillante, y la eché de menos, eché de menos el correr sin cansarme, el llegar y quedarme allí, y no entre esas nubes que no me permiten ver con claridad.
Y... me di cuenta que en la oscuridad la luna era la única capaz de alumbrar esta fría noche de verano.

jueves, 23 de agosto de 2007

Silencio


Silencio...
Cargado originalmente por XTS

Yo me he arrepentido muchas veces de haber hablado, jamás de haber callado.

Hoy es el comienzo de un infinito silencio.

Promesas que no valen nada


Prometo no mandar más cartas
y no pasar por aquí.
Prometo no llamarte más
y no inventar ni mentir.
Prometo no seguir viviendo así.
Prometo no pensar en ti.
Prometo dedicarme solamente a mí.
Prometo que a partir de ahora
lucharé por cambiar.
Prometo que no me verás,
que no voy a molestar.
Y sabes que lo digo de verdad,
que no voy a fallarte en nada.
Que tengo mucha fuerza de voluntad,
que no te fallaré en nada.
Prometo no seguir así,
prometo que no voy a pensar en ti,
prometo dedicarme solamente a mí
Y el aire que me sobre alrededor
y el tiempo que se quede en nada,
nunca más escucharé tu voz
de energía nunca liberada.
Promesas que se perderán en estas cuatro paredes
como lágrimas en la lluvia se irán.

Siempre que no tengo sueño
y no puedo descansar,
invento más de mil palabras
y busco una verdad.
Intento que suenen de forma genial,
intento que no digan nada.
Nada es siempre toda la verdad,
nada significa nada.
Rompo las promesas que me hice a mí,
prometo pensar en ti,
ahora prometo sólo pensar en ti.

Y hago que suenen de forma genial,
prometo que no dicen nada.
Nada es siempre toda la verdad,
nada significa nada.
Palabras que no dicen nada en estas
cuatro paredes.
Promesas que no valen nada...

Y el aire que me sobre alrededor
y el tiempo que se quede en nada,
nunca más escucharé tu voz
de energía nunca liberada.
Promesas que se perderán en estas cuatro paredes
como lágrimas en la lluvia se irán.

Se irán... como lágrimas en la lluvia.

Sólo (solo) dos horas


La playa vacía y el agua agitada
Cargado originalmente por Zito69
Allí estaba, sentado sobre mis chanclas, sin bañador, con la cabeza nadando entre las agitadas aguas, una sombrilla volando, escribiendo sobre la arena mojada. Pasé dos horas, entre risas y lágrimas. La marea subía y el agua mojó todo aquello que había escrito, lo borró. El viento empezó a soplar con más fuerza, no aguanté y me fui. Cogí mi mochila, las gafas de sol y mis ilusiones. Mis chanclas, la gorra y mis sentimientos. Y me fui. Andé por tablas sobre la arena, dejando atrás un verano. Caminé por el paseo marítimo, y allí, me quedé tumbado, esperando para irme. Observando desde la distancia. Me di cuenta tarde que me tenía que ir, me levanté de un salto y empecé a andar despacio, cabizbajo. Llegué a la parada de autobús, aún quedaban ocho minutos para irme. Me senté en un banco de la estación, sin más compañía que aquella guiri rubia con los ojos claros, los pelos sucios y una mochila más grande que ella. Llegó el autobús, la gente se agolpaba para entrar, yo entré detrás de una señora que me empujó, agarré el pasamano para subir los escalones. Miré hacia la derecha, me quedé parado, con la vista puesta en esa cuesta. Sonreí. Había sido bonito. Entré con paso firme, fui haciendo carantoñas a todos los nenes con los que me encontraba, me senté, la música sonaba, y el autobús arrancó. Mirando por la ventanilla vi tanta gente; demasiada gente y pocas personas. Dije adiós y, a partir de entonces, sólo miré hacia delante.

domingo, 12 de agosto de 2007

Noche en vela

¿CuÁnTo
TiEmPo He
De EsPeRaR?

martes, 7 de agosto de 2007

¿te llevaste tú el papel de mis sueños?

Estuve mirando mi pequeña CAJA de madera,
donde guardo todos mis pequeños SECRETOS.
Allí donde guardé todo antes de venir,
donde dejé aquel billete de AUTOBÚS,
la postal y dos o tres fotos RIÉNDOME.
Allí donde dejé mi anillo de plata,
un cascabel, una LLAVE y un pin.

Estuve mirando y me faltaba algo,
¿DÓNDE estaba? No estaba allí.
Impacientado busqué en mi habitación,
No, alguien lo había cogido, sí,
seguro, pero ¿quién podría haber sido?
¿QUIÉN se había llevado el papel?
aquel papel donde ESCRIBÍ todos mis SUEÑOS.

Perdí el papel, y alguien se llevó mis sueños.
ALGUIEN que entró en mi habitación,
cogió mi caja y la abrió sin pedirlo.
Me dejó todo, pero se llevó MI papel.

HOY, cogí una cuarta parte de un folio,
busqué el bolígrafo nuevo de tinta negra,
me senté justo delante de la ventana,
Y, hoy de nuevo, volví a escribir mis sueños.

Un sueño pero...¿para todos?

¡Piiii! ¡Piiii! Hoy sonó la alarma, serían las 5:30. Mi padre me despertó y me preguntó que si querría acompañarle. Yo con los ojos aún pegados, algo adormilado y con la mente perdida, afirmé con un leve movimiento de cabeza. La verdad es que no tenía muy claro hacia donde nos dirigíamos, sabía que esa noche había estado hablando con mis padres sobre la inmigración y que mi padre me comentó que esa noche, casi con toda seguridad, vendrían a nuestras costas una o dos, o incluso, tres pateras llenas de inmigrantes de todas las edades.
A primera hora de la mañana, cuando se divisaba desde la playa un bonito amanecer, llegamos a un lugar de la costa donde nunca había estado. En esa parte de la playa el viento soplaba con mayor fuerza, se podía apreciar un temporal en el mar a poco más de media milla, un poco más cerca, entre las rocas, una patera y dos decenas de inmigrantes tumbados sobre las arenas de la playa de Tarifa. En ese momento, me di cuenta de que la alarma que sonó esa misma mañana no era la que habitualmente sonaba para ir a trabajar. En ese mismo momento, abrí los ojos como nunca lo había hecho, me quedé sin aliento, quizás esa imagen fue la causante de todo. Una imagen que no he vuelto a olvidar.
Mi padre y yo bajamos con la mayor velocidad que pudimos, tras reaccionar de ese shock del momento. Allí había, aproximadamente, unas treinta personas pertenecientes a Cruz Roja, Guardia Civil, prensa o pueblerinos que intentaban ayudar. Al acercarnos a ellos pudimos comprobar que de los veinte tumbados sobre la húmeda y fina arena sólo once vivían. Todos los que vivían traían serias señales de su viaje, como hipotermia producida por las bajas temperaturas que se alcanzan en alta mar, o algunos cortes que supondrían la amputación de algunas de sus extremidades. Pese a esto, ellos podrían estar agradecidos a ese “Uno”, ese Dios, en el que creen, ya que ellos eran los elegidos para rehacer su vida, ellos habían tenido la suerte que tantos otros no tienen durante tantos años.
Me acerqué con una pequeña manta, que habíamos cogido antes de salir de casa, a uno de ellos. Era un muchacho marroquí, le pregunté cómo se llamaba, si mal no recuerdo su nombre era Belhadj (Belad). Aún era menor de edad, tenía tan sólo 17 años, a pocos meses de cumplir su mayoría de edad. Lo agarré por una mano para levantarlo, no pudo sostenerse en pie y cayó, tiritando, de nuevo sobre la arena. Yo me tumbé a su lado, abrazado con la manta. Al poco tiempo dejó de temblar, ya empezaba a dar el sol veraniego, cosa que agradecíamos. Tras una media hora nos fuimos para una tienda de campaña habilitada con todo lo necesario. Me puse a hablar un poco con él. Ya era la segunda vez que había venido, me dijo que habían muerto unas treinta personas al llegar, por chocar contra las rocas, otras diez personas tuvieron que arrojarse al mar por órdenes del “patero” que obligaba eso para perder peso y poder continuar. Allí en Marruecos había dejado a sus padres y a sus hermanos, había trabajado duro para pagarse este viaje. Venía en busca del paraíso, los que habían llegado le hablaron muy bien de España, hasta ahora no ha tenido la suerte de comprobarlo. Mientras me hablaba notaba como intentaba relajar los músculos que durante tantas horas había tensado, porque un leve movimiento desestabilizaría la patera.
Belhadj esa misma tarde sería repatriado, allí le pegarían por quebrantar las leyes. Yo hablé con mi padre a ver si podíamos hacer algo, era inevitable me decía él, mientras yo miraba con fijeza los ojos de aquel muchacho que luchaba por un sueño. Un sueño tan cercano para nosotros como es la posibilidad de vivir una vida digna, con democracia, justicia y libertad.
Eran ya las 20:35, salía de Algeciras el Ferry para Tánger. Estábamos allí para despedirle. Antes de irse lo abracé, deseándole suerte en su vida, mientras caían dos lágrimas de angustia e impotencia. Él contestó chapurreando el español: “No te preocupes nos veremos pronto, hasta siempre amigo”.

sábado, 28 de julio de 2007

Black and White Love


Black and White Love
Originally uploaded by ElUltimoDeseo

Es invierno


y ha llovido,


y en mis venas


no hay sentido.


Foto de:
Jimena Almarza
http://www.jimenaalmarza.com.ar/

miércoles, 11 de julio de 2007

Perdón por anoche (2ª parte)

A las dos semanas fue Ana la que quedó con sus antiguas amigas, acabaron quitándose ropa y bailando poseídas en un escenario. Bastantes hombres se acercaban a este grupo de peligrosas treintañeras. Uno de ellos llamó la atención de una Ana desconocida, endiosada por el alcohol y la ropa provocativa. Era un joven de unos 28 años, con el pelo largo y rizado, bastante fuerte y bailando, con la camisa entreabierta, pegándose al grupo de señoritas. Ana pasó por su lado y él no pudo evitar fijarse en sus enormes ojos y sus preciosos y carnosos labios. Ana se giró para presentarse, se separaron del grupo y se reían a carcajadas en la barra bebiendo un chupito tras otro. Luis, el muchacho, tenía su mano sobre la cintura de Ana, mientras le contaba que soñaba con encontrar para él una chica como ella, y otro piropos similares. Él, sin esperar más, la apretó contra su cintura y la besó. Le susurró al oído que se fuera con él al piso que tenía cerca del pub donde se hacían carantoñas. Ana dudó por un instante, pero sin pensar nada más dijo que sí. Lo cogió de la mano y ambos salieron corriendo calle arriba hasta llegar al portal del bloque de Luis. Subieron las escaleras quitándose la ropa. Abrió la puerta y cogiéndola en brazos la echó en su cama. Arrancándole la camisa y subiéndole la falda la penetró fuertemente. Ana mordía la oreja de Luis, mientras gemía de placer y dolor. Tras un lujurioso rato ambos se quedaron dormidos, desnudos, uno junto a otro, sus cuerpos sudaban y se rozaban. A la mañana siguiente ella llegó seria diciéndome que se lo había pasado bien y que se había ido a dormir a casa de su amiga Carmen, que estaba sola y necesitaba dormir con alguien. Yo la creí, confiaba en ella. Le conté que no había podido pegar ojo, mi corazón había palpitado más de la cuenta, y había pasado la noche escribiendo un relato como hacía siempre que podía, uno de mis hobbies. Todo transcurrió con total normalidad durante las siguientes semanas, hasta que pasados mes y medio me dijo que teníamos que hablar. Nunca me había gustado esa frase y mucho menos el tono con el que me lo dijo. Nos sentamos en el filo de la cama y me dijo que no podía esperar más para contarme aquel tormento. Estaba embarazada del tipo con el que se acostó. Yo la miré con los ojos inundados. Había tenido la oportunidad de pasar un rato con esa joven rubia y la había denegado por una mujer que cuando tuvo su oportunidad no lo dudó. Me engañó. Me quedé con la sensación de alguien usado, de no haber sabido dar todo lo necesario a Ana, de ser un “Don Nadie”. Me levanté con cara de gilipollas, deseándole suerte con aquella criatura de alguien que conocía de una noche y no se haría responsable de nada, le toqué los labios por última vez y me levanté abandonando la habitación, volviéndome y viendo cómo lloraba, cómo suplicaba por su error. Las cosas se piensan antes, ahora no valía de nada su tristeza. Ya estaba dolido, salí de la casa y me quedé parado en la puerta, tuve un dèja vu, ¿acaso no había vivido ya esto antes?

Perdón por anoche (1ª parte)

Otra tarde igual, parece que hará bueno y al final acaba lloviendo. Me encierro en el salón de mi casa y pongo la televisión, me aburro. Son las 8 de la tarde y espero que llegue mi esposa de limpiar la casa de unos señores mayores extranjeros, del norte de Alemania creí oír una vez. Yo ya trabajé esta mañana; siete horas sentado en una oficina con un traje y una corbata que te ahoga. Delante del ordenador controlo los últimos movimientos de las empresas de comunicaciones, caídas y subidas de precios, lanzamientos de nuevas tecnologías, clientes que protestan. Estoy cansado, fue un día agotador. Mientras cambiaba de un canal a otro en busca de un programa interesante llegó Ana, con las manos hinchadas, un poco desaliñada, pero con una sonrisa en la boca. “¿Qué tal te fue, cariño?” le pregunté. Ella sin vacilar me contestó un “Bien” eufórico. Me alegré por ella, y la besé. Al irse a la ducha me eché de nuevo en el sofá y cogí una revista de coches que me había comprado esa misma tarde. Me imaginé montado en aquel BMW viajando por todos aquellos lugares que siempre había soñado conocer. Ana mientras tanto hacía la cena; volví a la realidad y fui a ayudarla a la cocina. Mientras cenábamos hablamos de ir a ver la nueva película de Spiderman al cine, pero hoy no, le recordé, hoy quedé con mis amigos, “hace mucho tiempo que no estoy con ellos, que no les veo”, argumenté. Ella asintió, terminamos de comer y recogimos todo. Sin pausa me duché y me vestí con una de mis camisas nuevas y unos vaqueros un poco desgastados. Llamé a Jorge, vendría a recogerme y nos iríamos a tomar algo al centro. A los 20 minutos el coche de Jorge me esperaba en la puerta, me acerqué a Ana y con un beso me despedí. Ella no tenía sonrisa y me miró para decirme que volviera pronto, que lo pasara bien y tuviera cuidado. “No te preocupes, daremos una vuelta y volveremos pronto, tranquila, confía en mí”. Cuando iba saliendo por la puerta de casa grité un “Te quiero” con el que conseguí que sonriera. Bajé las escaleras y abracé a Jorge, hacía tanto tiempo que no nos reuníamos, había que disfrutar. Fuimos a por Iván y Javi. Ya estábamos los cuatro. Los pub’s del centro nos esperaban con música de todo tipo. Un cubata y un brindis. Éste por los viejos tiempos cuando siempre estábamos juntos, antes que los distintos trabajos nos separaran. Tras unos cuantos habíamos brindado ya por todo, por nosotros, el futuro, por la camarera, por el DJ...cambiábamos de bar para no aburrirnos. Todo eran risas y antiguas batallitas. Al cabo de un rato empezamos a bailar y algunas chicas se nos acercaban, aún conservábamos buen tipo, sobre todo Javi, muy curtido en el gimnasio. Poco a poco nos fuimos separando a medida que fueron apareciendo chicas, de Jorge y Javi no supe más aquella noche. Sin embargo, Iván y yo seguíamos juntos, éramos los dos que nos habíamos casado y los que más tiempo pasábamos juntos cuando éramos unos muchachos. Miré el reloj, aún era pronto, sólo eran las 3 y media de la mañana pero no podía beber más, ya estaba mareado. Seguimos bailando y llegaron unas antiguas amigas. Una de ellas se acercó mucho a mí y me preguntó qué tal me iba la vida y me pasó un wisky que estaba bebiendo. Me preguntó si me había casado, ella estaba “libre como el viento”, yo contesté que sí pero pareció no prestarme atención. Después de beber de más, le dije a Iván que me iría a casa, que ya estaba bien, él también se fue, o eso creo. Yo salía del bar y empecé a caminar solo mientras caía una refrescante pero pequeña lluvia. Fue entonces cuando oí unos tacones correr detrás de mí, era Lucía. La chica rubia con la que me había encontrado en el bar. Me quedé observando cómo corría hacia donde yo estaba, tenía muy buen cuerpo, era un poco más joven que yo, como Ana. Cuando llegó me dijo que su casa estaba de camino y que si no me importaba que se fuera conmigo. Estuvimos charlando hasta llegar a sus pisos, vivía con su hermana pero ahora estaba fuera. Le di dos besos y me giré para marcharme. Ella me agarró del brazo y me dijo que ya me había dejado escapar una vez y que no lo iba a hacer otra. Se acercó, me besaba el cuello y me ponía sus finas manos en mi pecho. Yo inmóvil no sabía reaccionar. Al poco tiempo recordé la cara de Ana cuando llegó sonriente del trabajo y me besó, me aparté bruscamente de Lucía. No podía ser, era una chica atractiva pero yo estaba casado y quería a Ana, nunca le haría daño. Me fui con paso ligero para mi casa, llegué intentando no despertarla y me acosté junto a ella dándole un beso en la mejilla. A la mañana siguiente le conté todo lo que había pasado y se alegró de mi reacción, para Lucía sólo salían insultos de su boca.

domingo, 8 de julio de 2007

Agua

Qué hacer cuando uno tiene sed pero el agua no está cerca, cuando uno quiere beber pero el agua no está cerca. ¿Tú lo sabes?... y dejar que el agua corra...


lunes, 2 de abril de 2007

Corrí y no te encontré

Hastiado de correr de la multitud, me sumerjo entre la gente. Ellos me mira, me observan callados, mientras a lo lejos se oyen tres campanadas que marca la hora en el reloj del ayuntamiento. Paro, y tras unos instantes retomo la marcha. Oigo las canciones más escuchadas por la gente según una lista comercial, cojo el autobús. Uno me presiona por la espalda, una señora mayor me pide disculpas al darme en el antebrazo. Mirando por encima de las cabezas no reconozco a nadie, ningún compañero de clase, ningún conocido de la residencia. Una chica con un peinado llamativo consigue captar mi atención, unos cocos que me hacen evadirme con más facilidad de aquel autobús. La chica se levanta, me mira confusa y se baja del autobús, su nariz me hizo volver a la realidad. La señora de mi lado me mira con cara de curiosidad y miedo, y tan pronto como puede se cambia de sitio. Yo mientras tanto veo mi reflejo en el cristal lateral, veo mi vida, no como es, sino como me gustaría que fuera. “¡Ei!” grité al conductor, “¡Para!”. Él, sin dudarlo, frenó con la mayor brevedad y, a la vez, brusquedad posible. Yo caí, tumbado boca arriba casi inconsciente veo que no me he equivocado, allí mirando y sonriendo estabas t, el motivo por el que había pedido parar, tan cariñosa, tan agradable... Una torta y aire fresco, junto a unas palabras de aliento de aquella anciana asustadiza, me hacen volver. Al abrir los ojos me di cuenta que sólo estás en los sueños. Sali corriendo sin dar las gracias o alguna breve explicación sobre lo sucedido, daba igual. El pitido de los coches con los que me encontraba en sentido contrario me avisaban que algo no iba bien. Seguí corriendo entre medio de ellos sin ningún miedo a ser atropellado, paré a un chaval que creí reconocer, no le conocía, me equivoqué. Le pedí que cogiera su moto y me llevara bastante lejos, necesitaba verte, no quería hacer otra cosa. Me monté en la moto sin saber bien cómo hacerlo y me preguntó dónde quería ir, al centro quizá o bien a la gran calle llena de tiendas, no tenía ni la menor idea de dónde estabas escondida. Arrancó y ese muchacho moreno con una coleta y bastante bajo empezó a decirme detalles de la moto, como que era nueva, la cilindrada, y otras cosas que nunca llegué a entender. Me estaba vacilando pero qué podía pedir de aquél que me montó en su vehículo propio sin antes conocerme. Él seguía hablando cosas que yo no escuchaba, mientras yo gritaba tu nombre, y gritaba que corriera, que cogiera el camino más corto, necesito llegar ¡ya!. Él aceleró, ya estábamos cerca cuando al girar en una curva un coche negro nos dio y nos echó a varios metros de la carretera. A partir de ahí el tiempo corría más despacio. Vi llegar unas luces y una sirena, yo estaba tumbado boca arriba, como en el autobús, con la cara llena de sangre y sin poder moverme, me dolían las piernas, los brazos, la espalda; todo el cuerpo estaba magullado. Del camino hacia el hospital no recuerdo nada, me vi a mí tumbado en una cama de alguna habitación en la planta de traumatología. Con los ojos entrecerrados me enteraba de algunos huesos que me había roto y de cómo había pasado todo. Abrí los ojos y vi un hombre mayor con una bata blanca, sin decir nada me dormí.¡Ring Ring! Mi madre me llamaba a la habitación, no era el hospital, todo había sido una pesadilla. El teléfono dejó de sonar, y yo sonreí, todo un sueño y tú estabas a mi lado como lo habías hecho siempre desde que nos conocimos. Estiré el brazo para tocarte y ya te habías levantado, había un hueco donde deberías haber estado tú. Me levanté sobresaltado, grité tu nombre como en el sueño, no había nadie en la casa, deseé despertar de esta pesadilla, pero no, era una realidad. Una nota sobre la pantalla del ordenador decía que te habías marchado, que estabas cansada de mí, que ya no esperabas nada más. Decías que por favor no te llamara, que lo nuestro había sido una historia pero que nunca más sabría de ella. Las lágrimas caían por mis oscurecidas mejillas mientras leía las últimas frases de esta carta de despedida. Solté la carta y me senté, abatido. Ya no tenía a quien esperar, la persona a quien amaba se había cansado de esperar. Se marchó, ya no tenía la ilusión del primer día o del año que pasamos juntos y se fue. Salí de la perplejidad y corrí, corrí tanto... porque aunque digan que correr es de cobarde, ¿quién no ha corrido alguna vez por amor?

Loco en soledad

Todo transcurría con tranquilidad cuando... me desperté, abrí los ojos. Con los pelos enmarañados en la cara y con un poco de saliva por la comisura de los labios giré la cabeza para ver la hora. Mi miopía me impedía ver con claridad los números, me acerqué un poco y al fin pude saber la hora, aún no eran las 10 de la mañana, sonreí, tenía todavía por delante toda la mañana para aprovecharla. Me levanté, subí la cortina, luego la persiana, al hacerlo entró la luz de una bonita mañana soleada de otoño. Abrí la ventana y entró un profundo olor a limpio por aquel hueco. Asomé la cabeza, no sin antes haberme deslumbrado al darme el sol directamente en mi soñolienta cara. Vi que el suelo estaba mojado, había llovido el día anterior, recordé. Ahora todo estaba más tranquilo, sol y nada de viento. Dejé la ventana abierta, di media vuelta y salí de la habitación. Tropezando con unos zapatos llegué al lavabo, abriendo el grifo y con agua muy fría me enjuagué la cara y me desperté de repente. Fui a la cocina, al abrir la nevera emanó un fuerte y terrible hedor, poca cosa en ella. Cogí el último zumo, en el lateral. En el camino de vuelta a la habitación me lo tomé. Busqué aquellos pantalones anchos que tanto me gustan, una camiseta nueva de rayas y una de las sudaderas que tenía limpia. Me quité el pijama, tirándolo en una silla blanca, y me puse aquella ropa. Cerré la puerta al salir de la habitación, ya volvería para arreglarla. En el salón encendí la televisión, tras zapear me di cuenta que mi futuro esa mañana no estaba en la televisión, programas de política y dibujos animados se alternaban la audiencia. Cogí el móvil, la llaves de la casa, algunas monedas sueltas y salí de la casa. Con las manos en los bolsillos me dispuse a dar un tranquilo paseo por las calles de la ciudad. Pasé por el lado de algunas tiendas llenas de gente comprando lo necesario para seguir las recetas de la tele, por algún que otro videoclub, restaurante de comida casera o rápida, kiosco, tienda de ropa, farmacia, casa de fotografía, oficinas de varias empresas, salón recreativo..., hasta llegar a un chino. Un restaurante de comida china con colores llamativos y bolas y dragones en una puerta dorada. allí me paré, sin saber porqué, cambié de camino. Caminando hacia la universidad me paré en un banco de una acera, donde también descansaba un anciano que, como yo, aprovechaba la mañana soleada para dar un su paseo diario. Justo delante del banco había un gran charco donde me asomé sin dudarlo. Vi mi figura reflejada. Mi cara se veía desfigurada pero aún así me podía ver desaliñado, con un aspecto que no era el adecuado, la barba me hacía más delgado. Me asusté al verme así. El anciano debió intuir mi intranquilidad y se marchó con un paso ligero. Caí de rodillas justo delante del charco sin desviar mi mirada del reflejo de aquel resto de agua sucia que me había devuelto a la realidad. Me tocaba la cara con brusquedad, ¿era yo aquel chaval el mismo que hacía unas semanas sonreía y no se conformaba con la parte amarga de la vida? Me levanté, con tanto ruido en la cabeza que no me dejaba pensar, y salí corriendo para la casa. Llegué, abrí la puerta y me tiré en el sofá. Al cabo de unos minutos me levanté para poner música y preparar el almuerzo. Nadie me esperaba para comer, nadie sabía nada de mí en aquel momento. En la cocina, mientras a lo lejos sonaba uno de los grupos de rock español de mi caja de cd's, saqué algún tipo de pasta precocinada del congelador y tras media hora en el horno me la comí, solo, en el salón. Dejé el plato y los restos delante del sofá, y me quedé dormido. Cuando desperté ya se había esfumado media tarde de aquel tormentoso día. Al asomarme al balcón encontré un rincón donde sentarme; allí me quedé durante un par de horas pensando qué había hecho mal, cómo iba a acabar todo, cómo podía cambiar el rumbo de mi insoportable vida. Mirando a las nubes intenté buscar las respuestas que el tiempo me daría, pero yo no tenía tiempo, yo las quería ya. Entré en la casa cuando anocheció completamente. En la casa del vecino se oían risas y brindis continuos, era hora de cenar y mi estómago estaba cerrado, no tenía ganas de cebarme como un animal inconsciente y antisocial. Así que decidí irme a la habitación y tumbarme en la cama para encontrar el descanso que no había encontrado durante el día. Miré el móvil, cero llamadas recibidas, ningún amigo se había acordado de que existo, mi familia o estaba muy ocupada o se le había pasado el llamarme para intercambiar unas cuantas palabras, y ella..., esa persona tan especial unos cuantos meses atrás había desaparecido, no sabía de su existencia, dónde estaría o si ella también se acordaría de mí como yo de ella. Un día decidió acabar con la historia de amor que nos unía, un día decidió acabar con mis sueños, y es cierto que, desde entonces nada había sido como al principio, no había sonrisas, no había conversaciones en mi vida. Tiré el móvil con una mezcla de pena, desgana y enfado, se descompuso al chocar con la puerta. Yo, tumbado en la cama, sin haber dirigido una palabra con nadie, sin que nadie se acordara de mí, echándote de menos más que nunca, llorando como había hecho días antes, al verte pasar y ver que todo se acababa. Cerré los ojos mientras tarareaba la letra de la última canción que escuché: ...el silencio me hace un loco en soledad... Me dormí, por fin todo había pasado, al fin se acabó otro día desesperante como todos desde que decidiste acabar con todo, acabar conmigo.Y es que hoy me doy cuenta que no tengo nada que hacer, que perdí el partido, que el barco se hunde, que los pétalos de la flor se caen marchitos, que el papel donde un día te escribí que te quería ya está mojado. Hoy, hoy me doy cuenta que fuiste la persona más especial que conocí en la vida y, sin embargo, acabaste como cualquier otra, diciéndome adiós. Hoy, cuando más te necesité, no te encontré; ya me habías dicho adiós.

Gente y locura

Una noche de invierno más allá del 21 de marzo. Según el calendario ya es primavera. Si miramos el tiempo y el estado de ánimo de algunos más bien podríamos estar en plena noche invernal. Dando vueltas al coco, piensas en los amigos, los estudios, la familia...incluso piensas en esas personas que hacen comentarios diciéndote que no eres feliz sin asegurarse que te conocen, te dan consejos sin ver que ellas cambiaron sus vidas sin querer hacerlo porque no les quedaba más remedio, sin reconocer tantas cosas que no supieron reconocer, que viven una vida que juraron no vivir. Estoy harto de esas personas que te dicen lo que tienes que hacer sin preocuparse si su vida está bien o no tal y como van, esos de la televisión que te enseñan a vivir de una manera casi idílica en ese mundillo, a vivir una mentira. No entiendo por qué uno no puede decir lo que quiera, uno no puede decir que está aburrido sin invitarlo a ir a un psicólogo. No entiendo tantas cosas. Hoy doy vueltas sin parar. Demasiado ruido hay en mi cabeza. Fui yo quien me prometí que no volvería a caer, escribes para que la gente lea que no estás de acuerdo con la sociedad, que no estás de acuerdo con que muchachos de tu edad por tener la “suerte” de ser de una determinada manera tengan unos determinados derechos que tú no tienes y te miran raro. Al igual que tú miras, observas un futuro con incertidumbre y, a veces, un poco de miedo. También pones un poco de esperanza. “No te preocupes, todo irá tal y cómo quieres” te repites día tras día al levantarte, “Vale más mi sueño que el dinero, puedo vivir de una alegría, de aquí pa’llá colecciono recuerdos, tú cuéntame cómo es tu vida”, tarareas esa cancioncilla. Luego llega la noche, estás metido en un bucle, otra vez el mismo día, otra vez la misma GENTE. Llega la noche y te metes entre las sábanas con aires de perdedor, con un aire de decepción. Tampoco fue como quisiste, tampoco se cumplió hoy tu sueño. No has cambiado el rumbo del mundo, no has hecho nada por nadie ni nadie hizo nada por ti, no sabes qué vas a hacer cuando tengas unos años más, no sabes cómo demostrarle a quien añoras todo lo que sientes. Así que le das al play del reproductor de música, escuchas un grupo de música que siempre lo oyes cuando necesitas estar con alguien, cuando no estás lo animado que deberías. Otro domingo más, te juras que cambiarás de vida. Sin embargo, todo seguirá igual mañana cuando me levante, quizá sonría o salte sin motivo, quizá tenga pequeños motivos. Mucha gente, demasiada gente. Me fue más fácil que nunca pensar en los amigos. Más difícil que nunca pensar en mis estudios y mi trabajo a posteriori. Una por otra. Yo me iré de aquí, con los ojos vendados como hacen tantos... y haré como si no pasara nada, como si no hubiera injusticias, como si todo fuera maravilloso. Yo me iré con los ojos cerrados, sin poder ni querer ver nada. Total, sólo seré uno más de este fantástico teatro de títeres. Me iré así, con la lista abierta, esperando que alguien llegue y se apunte a actuar junto a mí...

La semana

Después de tanto tiempo sin escribir, después de los exámenes de febrero que supongo que no queréis que hable de ellos (ya mismo están ahí los de junio), en plena Semana Santa. Hoy Domingo de Ramos, la gente sale a la calle con las ramas de olivo en la mano para que sean bendecidas por el cura del pueblo. Hoy, luna llena, noche lluviosa y tormentosa la gente llora, llora por los pasos que por culpa del tiempo no pudieron salir, por familiares, por creencias, o por cualquier otro motivo que consiga hacer un nudo en el estómago y salga esa lagrimilla fácil que sale al escuchar un himno a los más patrióticos, al escuchar una voz amada en la distancia, o bien en ese momento en el que no sale lo que llevas tanto tiempo luchando por conseguir. Es un día raro, feliz para los cristianos, indiferente para el resto. En estas fechas es momento de hacer balance otra vez. Digo otra vez porque ya lo hicimos a principios de año. Es momento de ver si realmente cumplimos lo que nos propusimos, si lo que pedimos realmente nos hacía falta. También son días de mirar al futuro, esta semana vacacional para algunos hace que pienses en tu futuro y en la gente que te rodea. Si te da por poner la televisión sólo encontrarás películas de directores de segundo o tercer nivel (incluso, a veces, de más bajo nivel) principalmente sobre momentos bíblicos, si te da por ponerte a ver cosas de Internet predominará el porno y el deporte, aunque también puedes estar leyendo estas líneas. Yo escucho música mientras escribo, siempre lo hago. La música amansa las fieras dicen. En esta Semana Santa, en la que se mandan mensajes en cadena citándose para un macrobotellón, en la que te acuerdas de los amigos que no están en los momentos que más lo necesitas, en la que tienes tiempo para encerrarte delante de un ordenador durante horas para buscar una conversación que no existe, ver una de tus series favoritas o simplemente intentar escribir lo que quieras sin que nadie te pueda decir que quites una frase porque ofende o porque es demasiado triste. En esta semanita en la que tendré que estudiar para aprobar algunas asignaturas, no hay mucho más de dónde tirar. Por eso, por todo lo anterior y porque ya mismo se vuelve a ir la luz en este pueblo quasi tercermundista cierro este comentario, con la idea de hacer otro a continuación. Os deseo lo mejor para estas vacaciones. Disfrutad, si podéis y os dejan.