domingo, 11 de octubre de 2009

Caballero por un día

Qué extraño es levantarse pensando en otra época. Hoy me creí siglos atrás, allá por la época feudal. En cierto modo me tocó un rango con suerte, es cierto que no pude ser Rey, pero tampoco Siervo. Podemos decir que no llegaba al nivel de los Clérigos ni de la Nobleza adinerada, pero tenía suficientes recursos para mantener mi propia casa y mi caballeriza. Participaba en guerras pero siempre estaba escoltado de algunos Soldados que daban la vida por mí sin dudarlo por un instante. Nací siendo (como ya se puede deducir) un Caballero. No soy noble, pero lucho por serlo. Al principio no me conocían. Ahora con el paso de los años me he ido haciendo famoso, no tanto como Ricardo I "Corazón de León", pero ya me conocen. He ido creciendo, en altura y fortaleza. Me he hecho grande, no necesito de la protección de mis padres, que tanto me educaron de pequeño para saber andar y comer correctamente y poder llegar a obtener títulos algún día. Pronto tendré lo que tanto deseo, pero no tengo prisa. Ya tengo tierras, suficientes para vivir en paz, pero eso me aburre, como la mayoría de las cosas de la gente como yo. Por eso sigo evolucionando, no quiero pertenecer a un escalón de la sociedad y no poder moverme. Sé que dentro de poco subiré y todos los de mi escalón me mirarán con envidia (no es mi intención, pero lo harán). Desde los 20 años me puedo considerar caballero, ya tengo 21, pero sé que mi importancia se verá reducida si me duermo.


Mi último progreso ha sido la adquisión de una armadura de acero. Esta es mi compañera de batalla. Con ella sufro menos los golpes que me dan, ocasionándome el menor daño posible. Siempre se ha dicho que un caballero con armadura medieval en un caballo es invencible, pero si este se cae al suelo, sería un contrincante fácil de abatir debido a los 30 ó 40 kg que pesa la armadura y la imposibilidad de moverse con facilidad.

Aquí dejo una foto de la nueva armadura que tengo, intentaré no caerme al suelo, así nadie podrá hacerme daño por mucho que intenten herirme una y otra vez.
Por cierto, gracias a la Cimera, el Espaldar y el Peto aún puedo contaros esto, ahí es donde recibo los peores golpes. Los que duran más tiempo. A veces, incluso años.