martes, 20 de noviembre de 2007

En lo penoso de estar enamorado

¡Qué verdadero dolor,
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Qué amor y qué desamor!
¡Qué ofensas!, ¡qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos,
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver! ¡Qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué enredos, ansias, asaltos!
¡Y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos! ¡Qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor,
Que el tenerla y no morir:
¡qué mentiroso vivir!
¡qué puro morir de amor!

Francisco de Quevedo, -uno de los grandes-

No sé... raro

No quiero promesas, ni sueños, ni nada que me haga sonreír inútilmente. Supongo que será cuestión de tiempo. A veces gris, a veces claro; a veces lluvia y otras sol. Así soy yo. Un día puedo ser el chico más feliz del mundo y otros no salir a flote. Cuántas veces he puesto una sonrisa por educación cuando no tenía ganas . Creo que no hace falta. Ya sé qué es la felicidad. Supongo que es como el amor, que hasta que no lo pruebas por ti mismo no puedes hacerte una idea, por muchos que te lo expliquen. Feliz, feliz... alguien tiene que saber concretamente qué es eso de ser feliz, tener la fórmula exacta y el antídoto perfecto. Dinero, amor, salud; no sé, no creo que sea tan sencillo. "Hoy estás raro, no sé, estás callado". Cuántas veces me han dicho esa frase. Y es que más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón. Qué quieren, si quieren sonrío pero antes que me den un motivo. Esperan que lo haga porque sí, pues no. No estiendo por qué. Hace poco oí una frase que no se me olvida. "La vida es como un anuncio, corta y llena de mentiras, para luego no recordar que nos querían vender." Así que s hay tanta mentira, yo no quiero participar con una sonrisa o con palabras sin ganas. Y como al final no voy a recordar qué me querían vender pues da igual, tampoco recuerdo por qué sonreír. Pero está claro que sin promesas ni sueños, todo esto de recordar se me hace aún más difícil.

martes, 6 de noviembre de 2007

En las clases, no entiendo

Estoy aquí, sí, en Málaga, sentado en la parte trasera de una clase, rodeado de personas que miran con rareza a un profesor, que explica cosas que no entiende nadie, excepto él. Yo, mientras tanto, pongo mi cabeza sobre los hombros. Ya basta de flotar creyendo que no hay preocupaciones ni responsabilidades. Llevo unos días con mi cabeza pensando en qué voy a hacer en el futuro, sin pensar en lo que debo. Tanto tiempo con mi cabeza en mañana me hizo esperar algo. No sé. Hablando de esperar, recuerdo esperar a alguna chica durante un buen rato, era mi oportunidad de verla antes de irme, me daba igual cuánto tenía que esperarla, sólo quería verla y que me sonriera como ha hecho desde el primer día que nos vimos. Estuve un rato, disimulando con el móvil en la oreja, haciendo como el que hablaba, para que la gente no me tomara por loco. Un chaval dando vueltas nervioso mirando por la cuesta que tenía que venir no era normal. Una señora mayor que salía de un local le comentaba a la que parecía la mayor de sus hijas, "Mira, un muchacho así quiero yo para ti, seguro que espera a su chica". No señora, no. Me hubiera gustado responderle que no era mi chica pues sino no esperaría a que llegara, simplemente estaría con ella. Ella no me comprendió la última vez que la vi, pero es lógico, ni mis mejores amigos lo hacen, así que no. No es mi chica, pero esperé. La esperé durante un rato y no apareció, me lo temía. Pues nada, otro día será, no me canso y aseguro que ya estoy pensando cuando voy a poder.
¡Ah! por cierto, que el profesor se ha callado, es decir que hay descanso, de clase se entiende, porque lo que es mi cabeza nunca descansa.

Ellos, mis colegas


Carlos, Jonathan, Aarón, Lucas... perdonadme, sabéis lo que pienso de vosotros y que no quiero ver que pasáis de mí ¡eh! (nota de advertencia). Pero hoy quiero hablar de dos en concreto, Gumer y Jose (el otro administrador de este blog, aunque estoy pensando en echarlo). Me salí un poco de mi estilo en las entradas del blog pero da igual. Hoy quiero recordarles los años que hacía que nos conocimos, y más que nada los momentos que pasamos juntos, desde que compartí clase con Gumer o jugué por primera vez al baloncesto con Jose, hasta estos últimos días de verano. Ellos son los únicos que me pegan una torta para que espabile, me cogen de la cabeza para que mire para otro lado cuando lo que veo no me gusta. Ellos son con los que me peleé en un dohyō en la playa, los que me pegan un empujoncito cuando me atasco. Gracias por todo, chavales. Este agosto y este septiembre me di cuenta que puedo contar con los dos, que donde estéis siempre habrá una risa o un oído para cuando los necesite. Ya sabéis, estoy aquí. Dónde están esos amigos que nunca se iban a ir. Sevilla - Tarifa - Málaga, pasado, presente y futuro. Es fácil demostrar que si quieres la distancia no es el olvido. Os quiero amigos.