martes, 23 de diciembre de 2008

La falsa democracia de los cobardes

"Personalmente, alabo la participación de todos los usuarios que se atreven a manifestar una opinión a favor o en contra de cualquier artículo que se publica en Internet.
Por una cuestión de ética y valentía, admiro mucho más cuando los que se atreven a exponer públicamente sus ideas lo hacen a través de un nombre y en muchos casos acompañado de una fotografía.
Por el contrario, me parece un ejercicio vergonzoso, cobarde y poco ético, cuando estas expresiones públicas se hacen a través de un nick, de un nombre falso y de una identidad inexistente.
Pero, si además, cuando la intención es la de criticar las opiniones de los demás, que abiertamente dan su nombre y muestran su rostro, se hace desde el cobarde anonimato o la identidad suplantada, la cosa me parece deleznable.
Toda opinión pública puede ser criticada, especialmente si está bien argumentada, que es de lo que se trata. Las descalificaciones personales, que por ser incapaces de construir una sólida razón intelectual, se convierten en la única forma de contradecir el sentir de otros, no me parece de recibo. Si a esto añadimos que se hace desde el anonimato, entonces apaga y vámonos.
Toda opinión es lícita, siempre que esté fundamentada. Los argumentos ad hominem, realizados desde el anonimato no merecen tener un sitio en la Red, y menos aún en aquellos medios serios y con un alto número de lectores.
Escribir insultando, y encima sin dar la cara es la osadía mayor que Internet permite, por desgracia. Poder opinar de todo, e intervenir donde se quiera y como se quiera es un gran ejercicio de democracia civil.
Deberíamos valorar con mayor seriedad lo que implica participar en un debate público, si las pretensiones son que nuestra opinión sea tenida en cuenta y tenga cierta autoridad moral.
Detrás del cobarde anonimato, cuando encima hay descalificaciones personales, se denigra la esencia de lo que es Internet y se quita seriedad a aquellos medios que pretenden ser una referencia dentro de la Red y que se constituyen por la aportación gratuita de muchos usuarios que regalan sus noticias o reflexiones."
Recogí este fragmento de Fausto Antonio Ramírez, no hay mucho más que explicar.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Es muss sein!

Hoy pega recordar unas frases que tenía por ahí escritas en algún rincón de mi ordenador:

"Incluso en estos tiempos


en los que soy feliz de otra manera,


todos los días tienen ese instante..."




Tiene que ser...

sábado, 8 de noviembre de 2008

Hoy por ayer

"Ei, chico, ¿por qué lloras?" me preguntó aquel anciano en la esquina de la calle Salitre. Yo, sentado en el escalón de un portal, lo miré confuso. No entendía qué le importaba a ese hombre por qué lloraba, aún así se lo conté. Le conté todo lo de aquella carta que te mandé, todo lo de aquel día en la estación esperando a que llegara el tren.

Eran más o menos las 16:14 (o sea, las cuatro y cuarto de la tarde), tú me llamaste por teléfono para recordarme lo poco que faltaba para vernos, al tren le quedaba aproximadamente una media hora larga. Me llamaste para que saliera a recogerte, a esperarte allí, como ya había hecho otras veces. Yo, por supuesto, llevaba más de veinte minutos esperando esa llamada que me dijera que esperara. No me gusta llegar tarde, y no quería perder ni un minuto. Dando vueltas impaciente miraba el reloj a cada minuto, miraba la gente corriendo hacia el último tren destino quién sabe dónde. Ojeaba escaparates de algunas tiendas de recuerdo, banderitas de España, el Toro de Osborne y alguna postal de la Costa del Sol. Se acercaba la hora, por megafonía decían que el tren estaba a punto de llegar. Y llegó, yo estaba allí en la puerta, con los brazos abiertos esperando que corrieras para besarme, pero no lo hiciste. Venías con un chico. Aparentemente mayor que tú. Viniste, me sonreíste y me besaste fríamente, demasiado frío para llevar tanto tiempo sin vernos. Me presentaste a aquel amigo (pronto descubrí que lo habías conocido cerca del lugar donde estudias, y que pasaría algunos días con nosotros). Aquella idea no me gustó para nada, tenía tantos planes que no pude realizar, tantas ilusiones y sueños por cumplir que se quedaron en el camino. Esos días intenté quedar contigo varias veces pero siempre tenías lugares de la ciudad que enseñarle y trabajos pendientes. Pasabas demasiado tiempo con él y poco tiempo conmigo. Así, jodido, me fui. Decidí irme de la ciudad, decidí huir cuando otra persona hubiera luchado, yo no estaba dispuesto, estaba agotado.

"Señor, ¿usted me comprende? ¿le ha sucedido alguna vez algo parecido? Querrá saber qué decía la carta."

Al llegar a ese lugar oscuro, frío, mandé una carta a la dirección que tenías, no sé si la has leído, no sé si te has cambiado de residencia, no llegaste a responder, quizá porque no sabes dónde estoy al no poner remitente en el sobre. Estuve lejos, muy lejos de aquí, mucho más lejos de lo que hemos estado nunca. Y hoy volví. Hoy estoy sentado delante de aquella estación en la que se fundieron mis sueños. No tengo nada que decir, sólo te diré lo que ponía en la carta, esas dos palabras escritas en una esquina de un folio entero. Adiós y gracias.

En ese preciso momento el anciano me colocó su mano áspera por el paso de los años sobre mi hombro, y me derrumbé.

jueves, 2 de octubre de 2008

...y el escribir se me quedó vacío

No más de cuarenta y cinco minutos son los que restan para irme. Tengo sueño, estoy agotado. Estuve oyendo frases y frases sin sentido, mientras en mi cabeza tan sólo giraba una cosa. La verdad, no me gustaría seguir así, ni aquí ni allí. Realmente no me importa el lugar, tan sólo me importa mi estado. Es imposible que esté así varios días más, con el tremendo dolor en la sien, con las ganas de estar sentado sin escuchar a nadie, viendo como pasa cada minuto y ver lo que un pograma me dice que hago en cada momento. Mi vida está dejando de ser mía. De hecho, no sé si alguna vez lo fue. Ahora está controlada por alguien, un ser que no sé qué hará en cada momento. Quizá parezca que estoy asustado pero no es más que las ansias por salir corriendo. Hoy es jueves, pocas horas para que llegue el fin de semana, no lo entiendo bien. ¿Qué tiene de especial? Sé que ahora es el momento, pero no sé cómo. No puedo ver cómo me tienen cogido sin poder reaccionar.
A decir verdad, no sé de qué estoy hablando, quizá no hable de nada, quizá lo cuente todo. Pero ustedes, amigos, seguro que me entenderéis. Lo que estáis leyendo es una cosa extraña, aunque bueno, os agradezco vuestras muestras de cariño y comprensión (si la tenéis). Yo tan sólo intento matar una hora muerta, una hora en la que vagaba alrededor de personas en busca de alguien que me transmitiera algo, pero no lo encontré. Ni siquiera personas que últimamente creí que lo hacían con demasiada (repito, DEMASIADA) facilidad. Mejor así, dejo de ser tan vulnerable, dejo de tener esa extraña sensación que me sacude todos los días. Esa sensación de no estar viviendo hoy en día. No sé qué fecha es hoy, quizá no sea octubre (no lo parece, para nada), quizá no sea más que un sucio día de verano en los que tienes algo que hacer aún sin apetecerte.
Me acabo de dar cuenta que ya queda menos, ya tengo que ir dándole a "publicar entrada" y cambiando el tipo de letra. Pero hoy haré una excepción, lo dejaré en negro, como las cosas más simples lo dejaré en el tipo de fuente que está predefinido y no pondré foto, video, ni ningún tipo de enlace. No hay más, no se merece nada esta basura que acabo de escribir.

Siendo sinceros, no se merece ni estar en el blog, pero una vez más son mis cosas y no puedo hacer como si no existiesen. Quizá me entendáis si os digo qué me pasa, quizá.
Y es que hace ya muchos días que me encuentro vacío, que no me llena nada. Aún tengo la esperanza de que la siguiente entrada me llenará más, o eso, o un par de cosas que aún me quedan por comprobar. Ya os cuento.

sábado, 6 de septiembre de 2008

¿y el aire?

Has abierto la puerta, dos o tres vueltas a la llave. Un largo pasillo y una casa vacía. Con la mochila al hombro sientes demasiado peso sobre ti. La sueltas al llegar al salón, al igual que la camiseta. Hace mucho calor, está todo cerrado. Abro la ventana, parece que corre un poco de aire fresco. Ya me encuentro mucho mejor. De ánimos, no puedo decir lo mismo, nada salió como debería. Saco unos folios, algún que otro apunte, y enciendo la tele. Recostado sobre el sofá y con la vista puesta en la pantalla, mi mente se permite el lujo de viajar, muy lejos. Pasan las horas de la tarde, los típicos programas de acertar preguntas, uno tras otro. Sigo allí, sin hablar con nadie, callado, en mi mundo y con los ojos clavados en aquellos rayos de luz que provienen de la caja cuadrada que tengo frente a mí. Mientras, picoteo algo, una lata de atún, mejillones y unos picos de pan. Se hace tarde, ya mismo es hora de acostarse, ha empezado una película. Te pones a verla y deseas ser el príncipe de Dinamarca, o vivir en medio del campo haciendo carreras con segadoras. Termina la película, tienes que madrugar a la mañana siguiente y decides acostarte. Antes de dormir haces un zapping, y pones una canción. La oyes, tranquilamente hasta que el corazón te empieza a dar pulsos con más frecuencia, te sudan las manos. Me pongo de pie, busco el aire, no lo hay por la habitación. Me estoy asfixiando, y no sé por qué. No estoy herido, ni ahogado. No estoy en un bar, ni tampoco bebiendo tequila. Hoy no. Aún así, apenas puedo respirar. Tengo mucho frío, y estoy sin aire.
Al fin, la canción se acaba. Menos mal. Apago la televisión, y con unas lágrimas sobre la cara me voy a la cama. Con la cara del que llora a solas, con los ojos del que se encuentra vacío en un lugar vacío. Hoy no es lo de siempre. Era tan diferente…

…el ritmo de la vida me parece mal…

sábado, 23 de agosto de 2008

Doscientos treinta y siete

Me duele la rodilla. Al igual que la espalda y los ojos. Hace mucho calor. La persiana bajada. Un pajarito duerme junto a ella. Yo tumbado de alguna manera en la silla, con los pies en la mesa de este ordenador desde el que escribo estas pocas palabras que quieren salir de mí y que yo prohibí hace un tiempo. Escuchando un par de canciones de Iván Ferreiro, repetidamente. En frente de mí, un calendario.
Agosto 2008 pone. No sabía qué día era hoy. Veintitrés. Son demasiados números para acordarme de todos. Dentro de unos once o doce días tengo mis exámenes de septiembre, dos exámenes. Muchos números, más y más. Los de letras no entienden qué significan, la verdadera realidad de los números.
Y yo os explico el porqué de mi obsesión hoy por los números. He estado viviendo una vida que apenas me creía, una vida que no parecía la mía, de ahí mis pocas visitas al blog. Estuve sonriente casi todos los días, omitiendo las canciones que me ponen triste. Pero de pronto, un día, por culpa de dos números he vuelto a ser yo, he vuelto a volar alto, a cerrar los ojos fuertes. Soy estúpido, lo reconozco. Pero no puedo dejar de darle importancia a los números, sobre todo a uno. ¿El otro? El trescientos sesenta y seis. No es más que el culpable de que me acuerde de ese bonito número que tardaré en olvidar y que ha marcado más de una vida y más de una época.
Y ahora, para aquellos que nunca llegaron a entender la complejidad de los números, ¿acaso no comprendéis que la felicidad puede depender de tan sólo un número?

domingo, 17 de agosto de 2008

Quique González, Descarga directa

Éste de aquí es el señor Enrique González Morales, más conocido como "Quique González". Cantautor de origen madrileño veraneante en la ciudad del viento. Culpable de muchos de mis momentos de rayadas mentales. Culpable de levantarme tarareando una canción y buscar rápido-nervioso entre sus cd's por tener la necesidad de oírla.

Para los que no le conozcan, un tipo de música diferente. Algunos podrían decir que se trata de música triste, para mí, música en estado puro. Tranquilidad. Con un directo que pone los vellos de punta (como fue el caso de la foto aquí puesta). Quique González junto a su banda, "la Aristocracia del barrio" (Jacob (bajo), Karlos (batería) y Javi Pedreira (guitarra)), llevan ya 7 álbums, además de innumerables colaboraciones. Iván Ferreiro (Los Piratas), Los Secretos, Burning, Xoel López (Deluxe)...
Mucho se podría decir de este compositor, pero no hay mejor explicación de quién es que escuchar sus letras y sus estudiados acordes para transmitir lo que desea.
Espero que les guste, sino... no pasa nada, yo seguiré escuchándolo (en directo siempre que pueda). Aquí os dejo su discografía:



Pájaros mojados (2002): http://www.megaupload.com/?d=G6APV352

Kamikazes enamorados (2003): http://www.megaupload.com/?d=N4X5IHSJ


Ajuste de cuentas (2006): http://www.megaupload.com/?d=KSV1CLYF

Avería o redención (2007): http://www.megaupload.com/?d=3PEZK7S2

Documental "¿Dónde están las gafas de Mike?":
Concierto en el Palacio de congresos de Madrid: http://www.megaupload.com/?d=G6APV352
Para más información sobre Quique González visitar:

martes, 5 de agosto de 2008

Tiraré piedras para parar el tiempo

Que no corra el tiempo, que se pare ahora mismo. No quiero que pase otra vez lo mismo. Correr, correr y más correr para llegar a un sitio en el que estaré escasas horas. Hoy me quiero quedar, anidado entre tus brazos. Con nuestros cuerpos unidos, sin ápice de separación para que no haya ni el más mínimo aire entre nosotros. Ahora quiero estar justo allí, junto al mar, mezclando realidad con fantasía, verdades con bromas. No hagas caso a mi cara, tan sólo mostraba la seriedad que se refleja en la cara de cualquier chico soñador cuando su amada no aparece... o desaparece. Pero eso no me pasa. Era tan sólo mi cara. Mis ojos transmitían la felicidad del primer beso, la plenitud del mejor de los abrazos. Decido atraparte entre mis brazos y no dudes, no dudes de mi sonrisa, es sincera.
Hoy voy a ser valiente, no tendré miedo. Seré feliz, porque sí, sin más preguntas. Las respuestas las tienes tú.

Tiraré cuantas piedras hagan falta. Lanzaré al mar una tras otra.
Porque creo en ello. En ti. En mí. Porque creo en nosotros.

domingo, 3 de agosto de 2008

domingo, 13 de julio de 2008

En la inmensidad de la playa de arena fina

No dormí bien. Me desperté muchas veces. Tuve muchas pesadillas, muchos sueños frustrados a la mitad. Una, dos, tres, cuatro horas como máximo. Me desperté recordando qué había pasado la noche anterior. No quiero recordarlo. Me doy la vuelta e intento dormirme. Tras varios minutos veo la luz parpadeante del móvil, me avisa que es hora de levantarse, es hora de empezar otro nuevo día. Aún es muy temprano, me quedo tumbado bocarriba. Entra un haz de luz por los huecos que deja la persiana, lo justo para ver la lámpara moverse mínimamente por la corriente. No sé qué hora es, pero no se oyen los ruidos de mis vecinos. Vuelve a sonar el móvil, y me canso. De un salto, salgo de la cama, apago el móvil y pongo música. "Ya me harté de estar aburrido, no tengo más tiempo que perder, me voy a largar en busca de un sueño, de nuevo a empezar, un nuevo día vendrá". No hay Nada que perder. Me lavo la cara, aún salada de anoche. Echo a lavar todo. Una camiseta alegre y un bañador. Me iré a la playa. Cojo el coche. El camino se hace corto. Voy pensando que no debería estar aquí. Me gustaría estar en otro sitio. Quizá tumbado sobre la arena, apoyando la cabeza sobre otra persona. Quizá acariciando los labios y la cara de alguien. Quizá, por detrás, oliendo su pelo sin que se dé cuenta.
Llego a la playa, aparco, no hay casi nadie, dos o tres familias separadas por bastantes metros, dos o tres hippies haciendo ejercicios de relajación poco más adelante, y dos o tres nudistas bañándose como vinieron al mundo. Empiezo a caminar, y me pierdo en la inmensidad de las playas de arena fina. No tengo hora, no tengo móvil, nada que me comunique con el resto. Gafas de sol, camiseta y gorra me tapan. No hay nadie que me conozca. Sigo caminando, con la cabeza gacha. Llego hasta unas rocas y me siento junto a una de ellas, cerca de la orilla. El cielo está despejado, un par de nubes en el estrecho pero pronto se irán. Al igual que yo, me levanto y me voy. Caminando de vuelta, la playa se va llenando de familias para pasar el día. Y yo me voy. Me voy físicamente para mi casa, pero mi cabeza está bastante más lejos. Muy lejos de aquí, donde me gustaría estar.
No planearé nada, para que no tenga opción a equivocarme. No pensaré en nada más. Simplemente me dejaré llevar por los días. Ya que no pude cumplir uno de mis sueños este año, tendré que esperar. Esperaré, como tantas veces he hecho. Esperaré porque por unos labios y un olor se espera. Esperaré cuanto haga falta. Aún así, espero (con todas mis ganas) que esperar tenga los resultados esperados.
Mientras, recordando la noche anterior, intentaré no llorar. Y durante este tiempo, durante este verano, tengo un sonrisa asegurada. Al menos una.

Grita - Jarabe de palo

...de qué tienes miedo, a reir y llorar luego, a romper el hielo que recubre tu silencio... hace tiempo alguien me dijo cual era el mejor remedio cuando sin motivo alguno se te iba el mundo al suelo... que la vida es un sueño!!

¡GRITA! ¡GRITA! ¡GRITA!

Donde quise decir luna, dije cometa, ¿o era al revés?

La cometa, coge la cometa que se va con el viento. No sopla muy fuerte, pero aún así, demasiado para unas manos como las tuyas. El sol empieza a picar en la espalda, tu vista se nubla y empieza a levantarse un frío viento que hace que no dudes en colocarte la camiseta. Con dolor de cabeza intentas descansar de un largo y, en ocasiones, entretenido día de verano. Otro día más de verano y va la mitad de julio. Una canción más, toca Jarabe de Palo, es lo que hay puesto en el reproductor de tu móvil. Atardece y estás mirando para otro lado porque el sol te molesta en los ojos. Al otro lado aparece la mitad de una luna llena, es decir, creciente. Es de día pero se puede ver claramente entre un cielo despejado, allá, a la izquierda.
Tan tranquilo esperando que anochezca cuando algo te da un bocado en el estómago. Y te vas a oír las olas, te sientas en la orilla esperando algo, esperando que llegue alguien con alguna cosa entre sus brazos. Pero no. Te sientas con la cara húmeda, sin saber por qué, te das cuenta que lloras. Puedes estar tranquilo, nadie te está mirando en ese momento. De hecho dudo que alguien lo haya hecho a lo largo del día de hoy, pero ¿qué más da que me miren? Yo sigo, me pongo a hacer borrones en la arena, tengo un par de ases en mis manos y, sin embargo, pierdo la partida. Nadie pudo ver mis cartas, no lo permití. Cada uno jugaba su partida egoístamente y yo no gané, porque no soy el mejor. Así, perdido, cogí y me fui, busqué conversación y alguien hizo el intento, pero pronto cambió por algo más alegre, no estaba para aguantar tonterías cuando tenía problemas mayores. Así que sentado mirando la arena esperé que llegara la hora de marcharme. Y llegó. Cogí mis cosas, todas esas cosas que llevo cada vez que voy y me fui confiado en que mañana sería un gran día.


Ha pasado ese mañana, y me equivoqué otra vez más. Y en estas líneas intenté explicar algo que no sé cómo hacerlo. Cómo me quité de una historia y aparecí en otra. Cómo sigo teniendo la cometa. En esta historia en la que cada palabra no significa sólo lo que debería. Y dejo por escrito que el siguiente (será muy muy seguido) será más claro.

martes, 8 de julio de 2008

Aviones entre polvo

Y te sientas rodeándote las piernas. Un avión, otro. Tú sigues sentado en el mismo sitio mientras todo gira alrededor de ti. Estás demasiado parado y la gente se ríe a carcajadas, no entiendes nada. Debajo de una farola que te ilumina las piernas llenas de polvo, y a lo lejos conversación. No estás serio, quizá callado. Das una vuelta, empieza a hacer frío. Demasiado frío, más del que tenías pensado. Te cala en los huesos y te pones a dar vueltas. Has bailado, has reído, has llorado y, sin embargo, sigues pensando en otro momento. Estás en otro sitio, quizá en un avión. Pasa de nuevo otro avión, dirección ninguna parte. Allí, en ese preciso momento, es dónde quería ir. Y me fui. Me fui para no que no me encontraran, y no lo hicieron. Era fácil buscarme, pero no lo hicieron. Tan sólo girar la primera incorporación a la izquierda, Nacional 340, A-7, y tras dos rotondas toma la primera y la segunda salida, respectivamente. Allí estaba yo, tumbado bocarriba. Suena música suavemente, y voy cerrando mis ojos. Detecto un olor, un intenso e increíble olor, pero de nuevo se va. Mucho ruido fuera y mi cabeza no me deja parar. Acércate, por favor, quiero tenerte cerca. Y no. Me levanto y me voy. A los pocos minutos, siento como si algo se viniera abajo en mi mundo. De nuevo he sentido calor, ya no hacía frío. Tan sólo necesitaba un poco de abrigo en una noche rara para comprender qué hacía, qué significaba mi nombre. Ahora lo sé, ahora sé en qué me equivoqué, ahora sé qué hago mal. Despiértame de la misma manera que no pudiste hacer.
En una toalla. Uno, cinco, uno. No son más que números que no podrán conmigo.
Simplemente, un rato.
En resumen, yo.

lunes, 30 de junio de 2008

Habitando en el olvido

En el olvido de las últimas palabras que se escriben y luego no se recuerdan, escuchas una canción, lees un poema y ves una foto, así es el ciclo. Todo en el olvido. Te toca terminar esto con un texto en el que intentes no caer en él. Intentas que todo sea como el primer día, en el que no tengas que recordar nada, ni una fecha, ni un momento, nada. Donde recites los versos de uno de los grandes "En esa gran región donde el amor, ángel terrible, no esconda como acero, en mi pecho su ala, sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento" como si fueran parte de tu vida diaria. Y sigues leyendo, para intentar no caer. Desvías tu mente a lugares donde nunca habías conseguido llegar con tan sólo la imaginación. Te encuentras en un lugar del que no sabes salir, has pedido ayuda y nadie te hizo caso, nadie sabe dónde estás. Pero por qué no viene nadie a rescatarme. Estoy encerrado en la última habitación de una casa abandonada. Sentado en frente de una ventana por la que apenas entra luz, tan sólo calor. Estoy escuchando la voz rajada de un cantante que me recuerda los besos que perdí... te necesito. Y así un rato, la canción se vuelve a repetir, y veo como el señor de la fotografía se encuentra pensando, a escasos metros de un gran puerto, quizá pensando en salir a buscar algo por el mar, quizá pensando en alguien que tiene que volver, no lo sé, pero no tiene la cabeza en ese banco, la tiene bastante más lejos.
No soy el único, lo sé, que no soy el único. Me resisto a reconocer que soy el único que habita en el olvido, porque no, porque hay más gente olvidada. Hay muchas personas en habitación contiguas pero no oigo la voz de ninguna de ellas, tan sólo oigo el constante chirrido de alguna parte de mi cabeza. Tranquilo, quiero descansar. No puedo hacer nada. Voy a intentar salir de esta habitación, hace demasiado calor, me estoy agobiando. ¿Dónde hay una pistola? no hay, no puedo salir, no puedo hacer nada. Estoy agobiado. Intento hacer reaccionar a mis vecinos, los que habitan en el olvido, pero no, ellos ya están perdidos pero yo aún no, sé que puedo salir, no sé cómo pero puedo.
Ya estoy más relajado, estoy sentado detrás de la puerta que no se puede abrir, estoy agotado por el inútil esfuerzo que hice. Si alguien quiere que venga a verme, la puerta número doce de la derecha es la mía, allí vivo y viviré en el olvido. Si alguien lo desea, se encontrara unas bellas palabras mías, es lo máximo que puedo ofrecer a día de hoy.

¿Dónde habita el olvido?

Pensando...

sábado, 28 de junio de 2008

Donde habita el olvido - Joaquín Sabina


Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior,
"demasiadas cervezas", dijo, al ver mi cabeza, al lado de la suya, en la almohada...
y la besé otra vez, pero ya no era ayer, sino mañana.
Y un insolente sol, como un ladrón, entró por la ventana.

El día que llegó tenía ojeras malvas y barro en el tacón,
desnudos, pero extraños, nos vio, roto el engaño de la noche, la cruda luz del alba.
Era la hora de huir y se fue, sin decir: "llámame un día".
Desde el balcón, la vi perderse, en el trajín de la Gran Vía.

Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido,
una vez me contó, un amigo común, que la vio donde habita el olvido.

La pupila archivó un semáforo rojo, una mochila, un peugeot
y aquellos ojos miopes y la sangre al galope por mis venas
y una nube de arena dentro del corazón y esta racha de amor sin apetito.
Los besos que perdí, por no saber decir: "te necesito".

Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido,
una vez me contó, un amigo común, que la vio donde habita el olvido.

Donde habite el olvido - Luis Cernuda

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia, Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

lunes, 16 de junio de 2008

¿hay que morir?

Hay días que quieres escribir, días que no te salen las palabras, días para hablar, días para gritar. Hay momentos en los que abrazarías a alguien, momentos en los que quieres salir corriendo. Hay tardes en soledad y mañanas acompañadas. Hay días de estudios y noches de juergas. Hay, hay, hay...muchas cosas.
Y digo todo esto porque llevo tres días queriendo escribir algo y como sé que ahora mismo no es el mejor momento para que me salga algo chulo, pues ahora que me pongo, porque acabo de hacer un examen del que no estoy muy seguro que haya aprobado, porque no estoy lo suficientemente triste como para que me salgan cosas bonitas del cuerpo, ni lo suficientemente alegre como para no escribir nada. Elijo este momento porque tenía un montón de cosas que decir, y hoy me las voy a callar. Porque estuve pensando en escribir cosas para que alguien las lea y se pueda sentir identificado con unas palabras que como la mayoría de las veces no tienen destinatario fijo. Y ahora estoy pensando en esos que entran en el blog y que pese a sus insultos se siguen leyendo entradas y entradas (tengo unas líneas para gente despreciable también). Me pongo a pensar en la última entrada que mi colega puso, porque "hay disparos que no se quieren esquivar", y yo cuando quise era demasiado tarde y ahora estoy muerto. Estoy muerto como el protagonista de ese típico juego online cuando yo cogía el teclado.
Cinco minutos y muerto, y estoy escribiendo esto muy nervioso, ¿por qué? no lo sé, ¿qué estoy escribiendo? ¿de qué va? pues no lo sé tampoco pero escribo a un ritmo frenético como el friki que tengo a mi derecha en la facultad escribiendo en algún foro sobre la nueva expansión de un juego (friki también). Y eso que tengo "sensación a victoria", aunque me queden escasos tres minutos para terminar esto. La cuenta atrás, es sólo una más, ya estoy acostumbrado, no hace que cambie mi ritmo, que modifique mi vida.
Hay momentos en los que la victoria está difícil (mención especial a mis dos equipos del momento, Red Team y Holanda -que ya los di por favoritos hace tiempo-) "pero no podré asegurar la victoria". Y bueno, "hay días en los que los sueños están cerca" pero al final siempre llega algo que te devuelve a la vida real, y tienes un "final dramático".
Ahora, me quedan segundos, y me queda sonreír. Ahora me queda esperar de nuevo el disparo del que ya hablé antes, y morir. Morir fusilado por algún alma desterrada, porque vosotros... ui, cuatro, tres, sois, dos, uno, los que me matasteis. CERO, adiós.

domingo, 1 de junio de 2008

Gritando en silencio...

Y no oyes mi silencioso grito, mirándote directamente a los ojos desde varios kilómetros de distancia. Será que pierdo el habla cuando te veo, yo, que me ciego cuando no lo hago. Y como no puedo sentirte entre mis brazos, logré imaginarte al amanecer en una estación cualquiera, tratando de regresar del paraíso. Cuan fabulosa era esa fantasía, que al llevar tu cerebro tantas horas sin dormir, al caer rendida en tu cama recordarías esas últimas horas como un sueño y allí estaría yo. Fantasear con que me recuerdas como un sueño. ¿Dónde quedó el soñar con mi mano jugando con tu pelo? ¿Con tu mano jugando con la mía? Tantos sueños, que algunos ya pasaron a formar parte de mis más lejanos recuerdos, recuerdos en blanco y negro.

Y tantos días derrotado, como un fracasado cualquiera, tengo que apartar la mirada de tus ojos, aunque estén a kilómetros de distancia. Y no, no eres la razón de mis derrotas, pero si aún me quedase un poco de fe, sin apartar la mirada, serías el motivo para mantenerme en pie. Tantas ilusiones que ni yo mismo soy capaz de comprender. Tantas palabras escritas en cualquier lugar. Tantos gestos carentes de sentido si tú no se lo das. Tantas miradas que intentan decir lo que mi garganta no se atreve. Tantas patadas a la primera esquina que me ocultó de ti. Tantos latidos y tan poca fe. Tan poca fe que sólo seguiré igual.

Gritando en silencio, para no molestar.

“…ni decirte las cosas que nunca te he dicho…”

domingo, 4 de mayo de 2008

Turno de silencio

"¡NO!", gritas por teléfono una noche encerrado en tu cuarto, te asomas al balcón y ves todo tan silencioso. Tu grito fue como una tormenta de verano, de repente salió todo. Ahora estás más relajado pero vas notando como algo recorre tu cuerpo, no es rabia, no, eso ya ha pasado. Sabes que no es bienestar, puede ser todo menos eso. No sabes lo que es pero conoces esa extraña sensación. Entras de nuevo en tu cuarto y te sientas junto a la ventana, en el suelo frío. Vas recordando aquello, hacía tiempo que no te pasaba. Tus brazos y piernas caen sin fuerza alguna, tus ojos entrecerrados y no quieres que nadie te vea. ¿Vergüenza? No creo, no hay nada de lo que me pueda avergonzar. Aún sin fuerza, sin ganas, te pones tus Convers y sales a que te dé el aire con algunos amigos. Ellos te esperan, seguro que no se han movido en todo este tiempo. Miras al cielo mientras caminas cabizbajo y ves la luna como la dibujabas de pequeño, es decir, menguante. La temperatura muy agradable aunque yo sintiera escalofríos de vez en cuando. Llegué donde estaban ellos, todos con una sonrisa y un par de ellos charlando y jugando. Yo llegué y no supe decir una palabra. No pude hablar nada. Algo me oprimía el pecho cada vez que lo intentaba.

Un par de días después, o sea, mañana. No podré decir nada, algo aquella noche hizo que entrara en un largo silencio. Un grito diciendo "No" fue la última palabra que dije en ese momento de desesperación. Porque sí, ya he encontrado lo que me pasaba. Se llama desesperación. Me di cuenta que me he vuelto a equivocar. Intento dejar de pensar pero no lo consigo. Tan solo callas, lo hago porque no tengo nada que decir, porque así me encuentro agusto, porque mi cabeza no me deja momento para conversación. Vuelta y vuelta y yo sin decir palabra.

En fin, ya hablé demasiado por un tiempo. Mi turno pasó.

Ahora te toca a ti.

Y a ti.

¿esto es normal?

Ninguna parte - Amaro Ferreiro

Hoy sí que tendrás
que escucharme
y lo vas a hacer
sin tener que mirarme.
Estoy como estoy,
ya sabes cómo encontrarme.
Cuando tú quieras ir
a ninguna parte, a ninguna parte.

Hoy sí vas a tener que escucharme
y me vas a oír a lo grande.
Cada día voy más desorientado,
me parezco a ti, bueno, sólo en lo malo.


Estés como estés,
ya sabes cuidarte.
Yo prefiero oír
hasta ninguna parte.


Esté donde esté,
sabrás cómo buscarme,
cuando quieras venir
a ninguna parte, a ninguna parte.

Hoy sí vas a tener que aguantarme,
y lo vas a sentir alejarse.
Cada día estoy más desordenado,
al contrario que tú, dentro de lo malo.

Esté como esté,
ya sabes encontrarme,
yo me quedo aquí,
en ninguna parte.

Estés donde estés,
sabes cómo arreglarte,
cuando tengas que ir
a ninguna parte, a ninguna parte.

lunes, 28 de abril de 2008

Con otros labios...

Apenas doscientos metros te separan de la montaña que ves justo en frente. Aquel pico desde el que se ve la gran ciudad. Ves chicos jugando sin apreciar la vista que tienen. El ver la costa con los grandes edificios de multinacionales, hoteles y apartamentos no aptos para el bolsillo medio ciudadano. Allí quiero subir, justo a la cima. Está en un desfiladero rodeado de árboles, maleza y algún que otro bicho salvaje. Empiezas a hacer planes para poder subir, vas descartando gente que no te puede o "puede" acompañar. Ellos ya han quedado y no te avisaron, pero hoy no es el día de pensar en ello, ahora hay que ver quién me acompaña. Me acordé de dos personas repasando la lista del móvil. Llamas a una y recibes un "Lo siento, hoy no te puedo acompañar, este fin de semana nos vemos, un beso". Pues nada, otra llamada.
Son las 6 de la tarde y quedas para las 8, dos horas para que te dé tiempo preparar todo. Dejas el móvil, el reloj y el mp3. Nada puede estropear el momento, sólo quieres disfrutar del momento con la amiga que quiso (pudo) acompañarte. Quedaron en la puerta de la casa y subieron poco a poco, riéndose a veces, otras callados intentando respirar, hasta que llegaron al final, arriba del todo. La vista era increíble, lejos del mundanal ruido. Os sentáis y se acerca a ti, tú la abraza, es buena amiga, y ella sin dudarlo te besa. Había estado esperando esos labios mucho tiempo pero no sabía si estaba preparado, si querías. Un momento en silencio y un típico tímido perdón. Me pongo de pie, es hora de irse. Una tras otra lárgima cae mientras vas bajando, no era eso. No era lo que quería. No debió. Deseas regresar a tu habitación, solo.
Llamas a esa chiquilla que no pudo quedar. Lo siento si estás demasiado ocupada pero necesito verte, no quiero otros labios. Estaba claro, sólo te gustaba ella.
A la semana la viste y te arrepentiste de todo aquello, en silencio intentabas besarla, te habías portado como un cretino y ella no quería apenas verte. Ya en la terraza de tu casa coges una libreta, a la misma hora que pasó aquello, diez días después y viendo cómo anochece sobre la montaña.
No hay más dudas, sólo has deseado unos labios en tu vida. Cualquier otro te sabrá a poco. Cualquier chica que te quiera besar tiene que saber que pase lo que pase siempre tendrás en mente los labios de esa chica que te llenaba. Porque cualquier labio sabrá a poco, porque una vez ya tuviste todo y ahora, quieres volver a tenerlos. Quiero volver a tener esos labios. No otros.

lunes, 24 de marzo de 2008

lunes, 10 de marzo de 2008

Un domingo cualquiera

Como cada domingo te levantas con tranquilidad, pensando en lo rápido que pasó el fin de semana. Con dolor de cabeza de la noche anterior y un nudo en el estómago que no te deja tragar nada. Intentas recordar qué fue lo último que hiciste el viernes y el sábado, y te das cuenta que apenas hiciste algo de lo que tenías pensado hacer. Ves que en el domingo no tendrás tiempo para hacer nada. Entre una cosa y otra tu día se pasará. Recuerdas a alguien que te animó la noche, una noche que no parecía tener gran trama, ni desenlace. Sin embargo, te equivocaste. Estuvo demasiado bien. Digo demasiado porque ahora lo que te apetece es volver a repetirlo, igual o no pero repetirlo. Quizá con más horas, quizá cambiando algunas cosas o quizá quitando el final. Y es que a mí no me gustan los finales. Ya sean bonitos o feos, un final siempre es un final. Es decir que se acaba, que remata una cosa.
Los domingos tienen ese gusto a final, o más bien, ese mal sabor de boca que te da el decir adiós, hasta pronto, nos vemos. Este día es en el que te das cuenta lo que hiciste mal y ya no puedes solucionarlo porque pasó, te diste cuenta que no corriste tanto como el segundero del reloj de tu muñeca, no corriste tanto como el palpitar de tu corazón.
Ahora me queda pensar que el siguiente correré (sé que, aún así, no lo suficiente), me queda pensar que no hará falta decir adiós, sino hasta mañana. Y claro, esos sueños de domingos que nunca se cumplen, se cumplirán un lunes, un martes o cualquier otro día, porque con ganas y fuerza al final se acaban cumpliendo. Igual que yo cumpliré hacer del domingo un día cualquiera. Porque, lo dicho, el domingo no es un día normal, y yo mientras sigo soñando con el antes, y sobre todo con el después.

domingo, 2 de marzo de 2008

Día a día, sueño tras sueño

Hoy, un día especial para nosotros, miro el calendario como tantas otras veces hice, otro 14 más. Hoy me pongo a escribir y no quedan versos, no queda nada que contarte que no sepas ya de mí, de todo esto que vivimos. O quizá, sí...
Aquella noche mágica me quedé observándote con detenimiento, sin prisas. Allí estabas tú, a escasos centímetros de mí. Yo, sintiendo tu respiración tranquila y tu palpitar, tus labios en medio de la soledad, esa soledad tan dichosa. Aquel momento que esperaba desde que te conozco, podría decir que me enamoré, pero no lo diré. Sería injusto decirte que me enamoré en un día, sería ilógico hablar de amor por unas horas. Chica, sabes que aquel día no fue uno cualquiera, no fue uno más en mi vida. Después de varias semanas era el día en el que mejor me encontré. Pero aún así, no, lo nuestro va más allá que un día increíble, lo nuestro es sinceridad, fuerza, romanticismo y alegría. Te seré todo lo franco que sé y te contaré por medio de palabras lo que he intentado que entiendas día tras día, con besos, abrazos y superando momentos difíciles. Me enamoré a diario, con largas conversaciones, de tus caricias llenas de ternura, de tu enamorada mirada, de tu sonrisa generosa, de tu dulce despertar. Tantas cosas y aún no sé si es esto el amor al que le dedican versos y versos los poetas y cantantes, si es éste el amor de lo que hablan extensamente los libros de texto. La verdad, no me preocupa. Es esto lo que quiero, que sigas ahí, que no te quites de mi mente día y noche, que me llames para un te quiero.
A veces parezco tonto, sonriendo sin que la gente sepa bien por qué, pues ya es hora de que se enteren, estoy ilusionado. Y feliz, muy feliz de tenerte a mi lado. Contigo me siento muy grande. Y por eso, la verdad, también tengo que pedirte alguna cosa. Tengo que pedirte que me busques por si algún día me pierdo. Que me busques en lo más profundo de tus sueños, en el índice del cuento que a veces te he contado. Un cuento en el que tú eres la princesa, y yo sólo un príncipe interesado en convertirse en alguien a quien no consigas olvidar. Ése soy yo, el encargado de hacerte feliz esta parte de tu vida.

Ya comprendí mis nervios de aquella misma mañana, algo sentí. Y por eso sigo. Sigo, porque no puedo hacer otra cosa. No puedo evitarlo, de hecho me gusta. Y ahora lo que quiero es volver a mi cama, poder descansar con una sonrisa, con el olor en mis sábanas, el sabor en mis labios y este corazón que no debió palpitar tan fuerte. Me delaté. Me delataron todas mis caricias, mis miradas, mis sonrisas, mis besos y yo. Ya estoy ante ti, sin nada más que ocultar. Y sí, los sueños están para cumplirlos. Sino, ¿qué hacemos aquí? Yo lo tengo claro, intentar cumplir los míos a partir de momentos inolvidables.Ahora, cogeré un folio, buscaré un bolígrafo de tinta negra, me sentaré justo delante de la ventana, y hoy de nuevo volveré a escribir mis sueños mientras espero tu llamada. Escribiré un "TÚ" y un "YO" bien juntos, para que nada ni nadie los pueda separar. Y soñaré que eres tú la luna que alumbras mis noches. Y todo esto, sin dudar que cuando termine con esto, correré hacía ti. A abrazarte, a besarte. Porque sí, porque te quiero. Porque te amo.

Mi carta de San Valentín de 2008. (2º premio local de Tarifa y 1º de Facinas). Es difícil explicar con palabras algo como el amor, que ya sabes que nadie puede explicarlo. Por y para ti.

martes, 1 de enero de 2008

Pues...



By: Zito & JMAB

Punto, y aparte.

Fin y comienzo. Traje nuevo, cena abundante, bebida a raudales. Doce uvas, quedan 4 minutos para pasar de año y me relajo en el sofá, "chico, 2007 se va y no te has dado cuenta de tantas cosas" me repetía. Mis padres de pie gritando que ya son los cuartos, a mí que todo se me pasa muy rápido. La bola que baja. Felicidades, ha llegado el nuevo año, 2008 nos espera. Brindemos con Champán francés. Lagrimitas de rigor recordando a los que faltan, a los que están lejos, a todos aquellos que se quedaron en el camino. Besos acompañados de deseos y propósitos.
Noche de fiestas, empiezas a ver a los que te acompañarán en esta noche especial. Buena noche para hacer botellón, todos tan arreglados, todos tan falsos (o quizá con tan poca y mala memoria). Discoteca, bailar. Te das cuenta que no está toda la gente que quieres que esté, que sobran personas, que falta gente aún estando. Sigues bailando. Te pides un cubata para no desentonar, porque no hay nada que beber. Te asquea. El humo que te molesta en los ojos y te lagrimean. 8 de la mañana, vámonos. Empujones a la salida. Camino de casa. Vas con aquellos que quedaron hasta última hora. Es de día, no hace mucho frío aunque los pies empiezan a notar la paliza que les has dado. Una hora después, destensas todos tus músculos, te relajas y disfrutas.
Estación de autobús, hora de llegada (teóricamente): 9:10. Te sientas, te encoges. Música en el móvil. Lágrimas en mi cara, el humo me sigue haciendo efecto en las lentillas, y por tanto en mis ojos. El autobús no llega. Un hombre viene a hablarme, a entretenerme la mañana, dice ser "chico boy" de Tarifa. Después de un rato me vi metido en una conversación con un hombre del campo, colorado y con olor a alcohol y con el, ya mencionado, "boy". Esperando un autobús que nunca llegó.
No me puedo quejar, fue culpa mía, no llevaba ropa interior roja, ni metí oro en la copa del champán. Por cierto, una hora después, cansado de esperar, con la brisa de la mañana pegándome en la cara, me fui a mi casa. Me senté sin decir nada. Había sido buena noche, sí señor (o señora).

¡bRinDemOs poR toDOs noSoTRos!



Insurrección


¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?
Nadie es mejor que nadie pero tú creíste vencer.
Si lloré ante tu puerta de nada sirvió.
Barras de bar, vertederos de amor...
Os enseñé mi trocito peor.
Retales de mi vida,
fotos a contraluz.
Me siento hoy como un halcón
herido por las flechas de la incertidumbre.
Me corto el pelo una y otra vez.
Me quiero defender.
Dame mi alma y déjame en paz.
Quiero intentar no volver a caer.
Pequeñas tretas para continuar en la brecha.
Me siento hoy como un halcón
llamado a las filas de la insurrección.