domingo, 13 de julio de 2008

En la inmensidad de la playa de arena fina

No dormí bien. Me desperté muchas veces. Tuve muchas pesadillas, muchos sueños frustrados a la mitad. Una, dos, tres, cuatro horas como máximo. Me desperté recordando qué había pasado la noche anterior. No quiero recordarlo. Me doy la vuelta e intento dormirme. Tras varios minutos veo la luz parpadeante del móvil, me avisa que es hora de levantarse, es hora de empezar otro nuevo día. Aún es muy temprano, me quedo tumbado bocarriba. Entra un haz de luz por los huecos que deja la persiana, lo justo para ver la lámpara moverse mínimamente por la corriente. No sé qué hora es, pero no se oyen los ruidos de mis vecinos. Vuelve a sonar el móvil, y me canso. De un salto, salgo de la cama, apago el móvil y pongo música. "Ya me harté de estar aburrido, no tengo más tiempo que perder, me voy a largar en busca de un sueño, de nuevo a empezar, un nuevo día vendrá". No hay Nada que perder. Me lavo la cara, aún salada de anoche. Echo a lavar todo. Una camiseta alegre y un bañador. Me iré a la playa. Cojo el coche. El camino se hace corto. Voy pensando que no debería estar aquí. Me gustaría estar en otro sitio. Quizá tumbado sobre la arena, apoyando la cabeza sobre otra persona. Quizá acariciando los labios y la cara de alguien. Quizá, por detrás, oliendo su pelo sin que se dé cuenta.
Llego a la playa, aparco, no hay casi nadie, dos o tres familias separadas por bastantes metros, dos o tres hippies haciendo ejercicios de relajación poco más adelante, y dos o tres nudistas bañándose como vinieron al mundo. Empiezo a caminar, y me pierdo en la inmensidad de las playas de arena fina. No tengo hora, no tengo móvil, nada que me comunique con el resto. Gafas de sol, camiseta y gorra me tapan. No hay nadie que me conozca. Sigo caminando, con la cabeza gacha. Llego hasta unas rocas y me siento junto a una de ellas, cerca de la orilla. El cielo está despejado, un par de nubes en el estrecho pero pronto se irán. Al igual que yo, me levanto y me voy. Caminando de vuelta, la playa se va llenando de familias para pasar el día. Y yo me voy. Me voy físicamente para mi casa, pero mi cabeza está bastante más lejos. Muy lejos de aquí, donde me gustaría estar.
No planearé nada, para que no tenga opción a equivocarme. No pensaré en nada más. Simplemente me dejaré llevar por los días. Ya que no pude cumplir uno de mis sueños este año, tendré que esperar. Esperaré, como tantas veces he hecho. Esperaré porque por unos labios y un olor se espera. Esperaré cuanto haga falta. Aún así, espero (con todas mis ganas) que esperar tenga los resultados esperados.
Mientras, recordando la noche anterior, intentaré no llorar. Y durante este tiempo, durante este verano, tengo un sonrisa asegurada. Al menos una.

Grita - Jarabe de palo

...de qué tienes miedo, a reir y llorar luego, a romper el hielo que recubre tu silencio... hace tiempo alguien me dijo cual era el mejor remedio cuando sin motivo alguno se te iba el mundo al suelo... que la vida es un sueño!!

¡GRITA! ¡GRITA! ¡GRITA!

Donde quise decir luna, dije cometa, ¿o era al revés?

La cometa, coge la cometa que se va con el viento. No sopla muy fuerte, pero aún así, demasiado para unas manos como las tuyas. El sol empieza a picar en la espalda, tu vista se nubla y empieza a levantarse un frío viento que hace que no dudes en colocarte la camiseta. Con dolor de cabeza intentas descansar de un largo y, en ocasiones, entretenido día de verano. Otro día más de verano y va la mitad de julio. Una canción más, toca Jarabe de Palo, es lo que hay puesto en el reproductor de tu móvil. Atardece y estás mirando para otro lado porque el sol te molesta en los ojos. Al otro lado aparece la mitad de una luna llena, es decir, creciente. Es de día pero se puede ver claramente entre un cielo despejado, allá, a la izquierda.
Tan tranquilo esperando que anochezca cuando algo te da un bocado en el estómago. Y te vas a oír las olas, te sientas en la orilla esperando algo, esperando que llegue alguien con alguna cosa entre sus brazos. Pero no. Te sientas con la cara húmeda, sin saber por qué, te das cuenta que lloras. Puedes estar tranquilo, nadie te está mirando en ese momento. De hecho dudo que alguien lo haya hecho a lo largo del día de hoy, pero ¿qué más da que me miren? Yo sigo, me pongo a hacer borrones en la arena, tengo un par de ases en mis manos y, sin embargo, pierdo la partida. Nadie pudo ver mis cartas, no lo permití. Cada uno jugaba su partida egoístamente y yo no gané, porque no soy el mejor. Así, perdido, cogí y me fui, busqué conversación y alguien hizo el intento, pero pronto cambió por algo más alegre, no estaba para aguantar tonterías cuando tenía problemas mayores. Así que sentado mirando la arena esperé que llegara la hora de marcharme. Y llegó. Cogí mis cosas, todas esas cosas que llevo cada vez que voy y me fui confiado en que mañana sería un gran día.


Ha pasado ese mañana, y me equivoqué otra vez más. Y en estas líneas intenté explicar algo que no sé cómo hacerlo. Cómo me quité de una historia y aparecí en otra. Cómo sigo teniendo la cometa. En esta historia en la que cada palabra no significa sólo lo que debería. Y dejo por escrito que el siguiente (será muy muy seguido) será más claro.

martes, 8 de julio de 2008

Aviones entre polvo

Y te sientas rodeándote las piernas. Un avión, otro. Tú sigues sentado en el mismo sitio mientras todo gira alrededor de ti. Estás demasiado parado y la gente se ríe a carcajadas, no entiendes nada. Debajo de una farola que te ilumina las piernas llenas de polvo, y a lo lejos conversación. No estás serio, quizá callado. Das una vuelta, empieza a hacer frío. Demasiado frío, más del que tenías pensado. Te cala en los huesos y te pones a dar vueltas. Has bailado, has reído, has llorado y, sin embargo, sigues pensando en otro momento. Estás en otro sitio, quizá en un avión. Pasa de nuevo otro avión, dirección ninguna parte. Allí, en ese preciso momento, es dónde quería ir. Y me fui. Me fui para no que no me encontraran, y no lo hicieron. Era fácil buscarme, pero no lo hicieron. Tan sólo girar la primera incorporación a la izquierda, Nacional 340, A-7, y tras dos rotondas toma la primera y la segunda salida, respectivamente. Allí estaba yo, tumbado bocarriba. Suena música suavemente, y voy cerrando mis ojos. Detecto un olor, un intenso e increíble olor, pero de nuevo se va. Mucho ruido fuera y mi cabeza no me deja parar. Acércate, por favor, quiero tenerte cerca. Y no. Me levanto y me voy. A los pocos minutos, siento como si algo se viniera abajo en mi mundo. De nuevo he sentido calor, ya no hacía frío. Tan sólo necesitaba un poco de abrigo en una noche rara para comprender qué hacía, qué significaba mi nombre. Ahora lo sé, ahora sé en qué me equivoqué, ahora sé qué hago mal. Despiértame de la misma manera que no pudiste hacer.
En una toalla. Uno, cinco, uno. No son más que números que no podrán conmigo.
Simplemente, un rato.
En resumen, yo.