lunes, 2 de abril de 2007

Loco en soledad

Todo transcurría con tranquilidad cuando... me desperté, abrí los ojos. Con los pelos enmarañados en la cara y con un poco de saliva por la comisura de los labios giré la cabeza para ver la hora. Mi miopía me impedía ver con claridad los números, me acerqué un poco y al fin pude saber la hora, aún no eran las 10 de la mañana, sonreí, tenía todavía por delante toda la mañana para aprovecharla. Me levanté, subí la cortina, luego la persiana, al hacerlo entró la luz de una bonita mañana soleada de otoño. Abrí la ventana y entró un profundo olor a limpio por aquel hueco. Asomé la cabeza, no sin antes haberme deslumbrado al darme el sol directamente en mi soñolienta cara. Vi que el suelo estaba mojado, había llovido el día anterior, recordé. Ahora todo estaba más tranquilo, sol y nada de viento. Dejé la ventana abierta, di media vuelta y salí de la habitación. Tropezando con unos zapatos llegué al lavabo, abriendo el grifo y con agua muy fría me enjuagué la cara y me desperté de repente. Fui a la cocina, al abrir la nevera emanó un fuerte y terrible hedor, poca cosa en ella. Cogí el último zumo, en el lateral. En el camino de vuelta a la habitación me lo tomé. Busqué aquellos pantalones anchos que tanto me gustan, una camiseta nueva de rayas y una de las sudaderas que tenía limpia. Me quité el pijama, tirándolo en una silla blanca, y me puse aquella ropa. Cerré la puerta al salir de la habitación, ya volvería para arreglarla. En el salón encendí la televisión, tras zapear me di cuenta que mi futuro esa mañana no estaba en la televisión, programas de política y dibujos animados se alternaban la audiencia. Cogí el móvil, la llaves de la casa, algunas monedas sueltas y salí de la casa. Con las manos en los bolsillos me dispuse a dar un tranquilo paseo por las calles de la ciudad. Pasé por el lado de algunas tiendas llenas de gente comprando lo necesario para seguir las recetas de la tele, por algún que otro videoclub, restaurante de comida casera o rápida, kiosco, tienda de ropa, farmacia, casa de fotografía, oficinas de varias empresas, salón recreativo..., hasta llegar a un chino. Un restaurante de comida china con colores llamativos y bolas y dragones en una puerta dorada. allí me paré, sin saber porqué, cambié de camino. Caminando hacia la universidad me paré en un banco de una acera, donde también descansaba un anciano que, como yo, aprovechaba la mañana soleada para dar un su paseo diario. Justo delante del banco había un gran charco donde me asomé sin dudarlo. Vi mi figura reflejada. Mi cara se veía desfigurada pero aún así me podía ver desaliñado, con un aspecto que no era el adecuado, la barba me hacía más delgado. Me asusté al verme así. El anciano debió intuir mi intranquilidad y se marchó con un paso ligero. Caí de rodillas justo delante del charco sin desviar mi mirada del reflejo de aquel resto de agua sucia que me había devuelto a la realidad. Me tocaba la cara con brusquedad, ¿era yo aquel chaval el mismo que hacía unas semanas sonreía y no se conformaba con la parte amarga de la vida? Me levanté, con tanto ruido en la cabeza que no me dejaba pensar, y salí corriendo para la casa. Llegué, abrí la puerta y me tiré en el sofá. Al cabo de unos minutos me levanté para poner música y preparar el almuerzo. Nadie me esperaba para comer, nadie sabía nada de mí en aquel momento. En la cocina, mientras a lo lejos sonaba uno de los grupos de rock español de mi caja de cd's, saqué algún tipo de pasta precocinada del congelador y tras media hora en el horno me la comí, solo, en el salón. Dejé el plato y los restos delante del sofá, y me quedé dormido. Cuando desperté ya se había esfumado media tarde de aquel tormentoso día. Al asomarme al balcón encontré un rincón donde sentarme; allí me quedé durante un par de horas pensando qué había hecho mal, cómo iba a acabar todo, cómo podía cambiar el rumbo de mi insoportable vida. Mirando a las nubes intenté buscar las respuestas que el tiempo me daría, pero yo no tenía tiempo, yo las quería ya. Entré en la casa cuando anocheció completamente. En la casa del vecino se oían risas y brindis continuos, era hora de cenar y mi estómago estaba cerrado, no tenía ganas de cebarme como un animal inconsciente y antisocial. Así que decidí irme a la habitación y tumbarme en la cama para encontrar el descanso que no había encontrado durante el día. Miré el móvil, cero llamadas recibidas, ningún amigo se había acordado de que existo, mi familia o estaba muy ocupada o se le había pasado el llamarme para intercambiar unas cuantas palabras, y ella..., esa persona tan especial unos cuantos meses atrás había desaparecido, no sabía de su existencia, dónde estaría o si ella también se acordaría de mí como yo de ella. Un día decidió acabar con la historia de amor que nos unía, un día decidió acabar con mis sueños, y es cierto que, desde entonces nada había sido como al principio, no había sonrisas, no había conversaciones en mi vida. Tiré el móvil con una mezcla de pena, desgana y enfado, se descompuso al chocar con la puerta. Yo, tumbado en la cama, sin haber dirigido una palabra con nadie, sin que nadie se acordara de mí, echándote de menos más que nunca, llorando como había hecho días antes, al verte pasar y ver que todo se acababa. Cerré los ojos mientras tarareaba la letra de la última canción que escuché: ...el silencio me hace un loco en soledad... Me dormí, por fin todo había pasado, al fin se acabó otro día desesperante como todos desde que decidiste acabar con todo, acabar conmigo.Y es que hoy me doy cuenta que no tengo nada que hacer, que perdí el partido, que el barco se hunde, que los pétalos de la flor se caen marchitos, que el papel donde un día te escribí que te quería ya está mojado. Hoy, hoy me doy cuenta que fuiste la persona más especial que conocí en la vida y, sin embargo, acabaste como cualquier otra, diciéndome adiós. Hoy, cuando más te necesité, no te encontré; ya me habías dicho adiós.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cualquiera que lea esto pensaría que no eres feliz. En todas las entradas cuentas cosas tristes, ¿te sientes sólo? Si Bego te manda cada 2x3 sms y llamadas... ¿A quién echas de menos? La vida no es mala, pero sí existen momentos malos

Anónimo dijo...

Lo siento, no debí haber escrito eso. Ya me dijiste que cuando escribías no pensabas en nadie,y no tengo derecho a decirte que no eres feliz. Son solo historias, ¿no? Mejor así, porque no me gustaría verte triste. Un beso, y gracias por el sms, sin duda la suerte que me mandas la voy a necesitar. bye...

P.D.: Echo en falta que me echen de menos, ¿tú no?, xao

Iris dijo...

Ola Ilde!
Solo ponerte unas palabritas: acabo de leer tu entrada y me llama mucho la atención, se que no te conozno, pero coincido mucho contigo en algunas cosas..
Espero que algún día te conozca de verdad y pueda decir que eres un chico fantastico y que te mereces lo mejor (que es lo que me parece ahora ;P)
Bueno y eso es todo
Besitos