sábado, 6 de septiembre de 2008

¿y el aire?

Has abierto la puerta, dos o tres vueltas a la llave. Un largo pasillo y una casa vacía. Con la mochila al hombro sientes demasiado peso sobre ti. La sueltas al llegar al salón, al igual que la camiseta. Hace mucho calor, está todo cerrado. Abro la ventana, parece que corre un poco de aire fresco. Ya me encuentro mucho mejor. De ánimos, no puedo decir lo mismo, nada salió como debería. Saco unos folios, algún que otro apunte, y enciendo la tele. Recostado sobre el sofá y con la vista puesta en la pantalla, mi mente se permite el lujo de viajar, muy lejos. Pasan las horas de la tarde, los típicos programas de acertar preguntas, uno tras otro. Sigo allí, sin hablar con nadie, callado, en mi mundo y con los ojos clavados en aquellos rayos de luz que provienen de la caja cuadrada que tengo frente a mí. Mientras, picoteo algo, una lata de atún, mejillones y unos picos de pan. Se hace tarde, ya mismo es hora de acostarse, ha empezado una película. Te pones a verla y deseas ser el príncipe de Dinamarca, o vivir en medio del campo haciendo carreras con segadoras. Termina la película, tienes que madrugar a la mañana siguiente y decides acostarte. Antes de dormir haces un zapping, y pones una canción. La oyes, tranquilamente hasta que el corazón te empieza a dar pulsos con más frecuencia, te sudan las manos. Me pongo de pie, busco el aire, no lo hay por la habitación. Me estoy asfixiando, y no sé por qué. No estoy herido, ni ahogado. No estoy en un bar, ni tampoco bebiendo tequila. Hoy no. Aún así, apenas puedo respirar. Tengo mucho frío, y estoy sin aire.
Al fin, la canción se acaba. Menos mal. Apago la televisión, y con unas lágrimas sobre la cara me voy a la cama. Con la cara del que llora a solas, con los ojos del que se encuentra vacío en un lugar vacío. Hoy no es lo de siempre. Era tan diferente…

…el ritmo de la vida me parece mal…