viernes, 7 de septiembre de 2007

Escritor de momentos en aceras rotas

Una señal de prohibido el paso, eso es lo único que puedo ver desde el lugar donde me encuentro. He comido sin hambre, he mareado las patatas y jugado con el pan. Mi bebida se acabó pronto, mi boca seca. Mis libros están guardados, las esperanzas rotas. Sentado en la acera sonrío a una chica y le ofrezco sentarse a mi lado. “No, gracias, mi chico viene ya”. Un autobús pasa por delante de mí, ¿lo cojo? Sí, pero ¿hacia dónde voy? No sé, no hay lugar donde ir. Coloco mi mochila a la espalda y me acomodo de tal forma que mi cabeza queda reposada sobre un banco. Inclinado mirando a las nubes, cada una distinta pero todas con cierto parecido a algún recuerdo. Cierro los ojos e intento descansar. Llevo varios días sin dormir, con este maldito dolor de cabeza que no me deja vivir. Porque sí, ya no vivo, ni siento, ni padezco. Ahora no sonrío, ni lloro; no juego, ni canto. Ahora no descanso, estoy cansado y harto, me han vencido. El silencio se apoderó de mí, ahora callado, tan sólo escribo. Y es que no soy más que un escritor de momentos en aceras rotas.

No hay comentarios: