miércoles, 30 de junio de 2010

La senda del tiempo - Celtas cortos

...siento que me vuelvo loco...

Lo que hace estar a las 8 y 20 de la mañana en una playa enorme y complemetamente vacía.

domingo, 27 de junio de 2010

Ando equivocado

Él se levantó como siempre, sin saber el momento del día en el que se encontraba. Otra vez sonó su teléfono temprano: A veces llega un momento en el que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente pero con ganas de morir. Eran las ocho y cuarto de la mañana y buscó el interruptor de la luz. Al final, a oscuras, se puso de pie camino del baño a bajar la primera maldita erección del día. El agua helada del lavabo hacía que su piel enrojeciera, y algunas gotas quedaban atrapadas entre su barba descuidada. Volvió al cuarto en busca del colirio, apenas quedaba para dos o tres días. Era el alivio que ansiaba desde que abría los ojos. Estaban endemoniados, culpa del humo que invadía cada noche su habitación y de las pocas horas de sueño con las que conseguía vivir. Con lasitud se dirigía a la cocina, a rellenar el hueco en el estómago que tenía, cuando de repenté oyó la voz de una chica. Un suave y dulce saludo provenía junto al olor a pan tostado. Había una chica haciendo de desayunar en su propia cocina. No recordaba quién era, pero al menos hacía el desayuno. Al verla, no pudo evitar fijarse en el medio trasero que asomaba debajo de la camiseta que había comprado en aquel concierto dos semanas atrás. Poco después, ella se giró haciendo mover su pelo liso y rubio. Tenía la nariz afilada y los ojos enormes. Intentó reordenar todos sus recuerdos para saber cuándo había llegado ella allí. Parecía haber dormido en la misma casa. Recordó haber salido la noche anterior y haber acabado en su casa con tres buenos amigos y dos chicas. Allí habían fumado y bebido hasta ver amanecer. De los seis solo habían quedado él y esa chica rubia que preguntaba si quería mantequilla y mermelada. Alex asintió con la cabeza, bebió un trago del cartón de leche de la nevera y cogió la tostada que su invitada le había preparado perfectamente untada. Sin decir una palabra volvió a echarse en su cama. A los pocos minutos, Peke (como le llamaban a ella) se tumbó junto a él apoyando su cabeza contra el pecho. Ambos durmieron una larga siesta tras el desayuno.

Al despertar dos horas más tarde, Alex se levantó con el ya típico dolor de cabeza y la presión en el pecho a la altura de los pulmones. Fue a ver su ordenador, otra vez sus amigos le habían puesto a aquel negro desnudo como fondo de pantalla, qué cabrones. Abrió el correo y justo sonó un nuevo mensaje en la bandeja. Era de Peke.

"Ei wapo!! solo keria dcirt k me enknto pasr la noxe cntg, ers gnial.
t portast muy bien cnmig. kiers kdar est tard en la playa??
vnga no acpto un no!!!! beeesssooossss!!!!"

Quería volver a quedar. Alex siempre pensó que esa chica era especial: su manera de mirar, su sonrisa, cómo hablaba; pero no tenía claro si quería volver a verla, demasiado se habían acercado ya durmiendo juntos. No contestó al correo, ya se lo pensaría hasta que llegara el momento de tomar la decisión. Las ganas de vomitar se fueron incrementando y decidió almorzar el resto de té frío que quedaba en la nevera. Cuando llegó la hora de ir o no ir, cogió su móvil, sus gafas de sol y arrancó el coche con dirección a la parte de la playa en la que siempre habían quedado meses atrás. Aparcamiento en el mismo lugar. Llegó allí, a unos 100 metros de ella. Estaba sola, tumbada sobre una toalla que no llegaba a diferenciar, el pelo le brillaba como si fuera finas tiras de oro, y los mofletes estaban rojizos. Estaba claro que llevaba alguna hora esperando allí. Esperando que él se acercara. Sin embargo, Alex se quedó mirando a lo lejos, tumbado sobre la arena, viendo como ella se ponía más y más nerviosa al pasar los minutos y ver que él no llegaba. Hora y media más tarde recibió un mensaje en el móvil. Era bastante claro. "Comprendo, no te preocupes, ME VOY". Mientras leía el sms, ella desaparecía de la vista a paso ligero, decidida y cabizbaja. Alex, en ese momento, sintió aquello que ya había sentido alguna vez, se sentía vacío. Notó como si la nada se apoderada de él y se derrumbó.

Desde entonces, Alex se conecta a internet cada mañana en busca de un correo que le dé alguna pista de dónde encontrarla. Ella había decidido salir por completo de su vida y no había marcha atrás. Ahora él sabía lo que había perdido, sabía que nunca más volvería.

Sin duda, él seguía esperando el resto de meses que hiciera falta, él le notó cómo le miraba en la cocina, en cómo olía mientras dormían tras desayunar, en lo que hacía para hacerle sonreír... Él la veía capaz de todo y, lo que es más importante, él era capaz de dar/hacer todo. Se había equivocado aquel día en la playa, pero todos cometemos errores y el suyo es uno que no sabía si podría perdonarse algún día. Mientras tanto, tan solo podía esperar. Esperar a que ella decidiera acercarse y besarle, acercarse y cogerle de la mano. Él necesitaba saber si su error no era para siempre, saber que podía empezar todo, que había otra oportunidad.


Y en ello sigue, esperando.

jueves, 10 de junio de 2010

Reflexión sobre los tiempos que corren

"No es que no haiga trabajo, que lo hay, pero solo pa los que habemos."

Esta es la opinión, sobre la crisis en España, de un trabajador cualquiera a la vuelta a casa en autobús.

Y digo yo, al menos... trabaja.