martes, 8 de julio de 2008

Aviones entre polvo

Y te sientas rodeándote las piernas. Un avión, otro. Tú sigues sentado en el mismo sitio mientras todo gira alrededor de ti. Estás demasiado parado y la gente se ríe a carcajadas, no entiendes nada. Debajo de una farola que te ilumina las piernas llenas de polvo, y a lo lejos conversación. No estás serio, quizá callado. Das una vuelta, empieza a hacer frío. Demasiado frío, más del que tenías pensado. Te cala en los huesos y te pones a dar vueltas. Has bailado, has reído, has llorado y, sin embargo, sigues pensando en otro momento. Estás en otro sitio, quizá en un avión. Pasa de nuevo otro avión, dirección ninguna parte. Allí, en ese preciso momento, es dónde quería ir. Y me fui. Me fui para no que no me encontraran, y no lo hicieron. Era fácil buscarme, pero no lo hicieron. Tan sólo girar la primera incorporación a la izquierda, Nacional 340, A-7, y tras dos rotondas toma la primera y la segunda salida, respectivamente. Allí estaba yo, tumbado bocarriba. Suena música suavemente, y voy cerrando mis ojos. Detecto un olor, un intenso e increíble olor, pero de nuevo se va. Mucho ruido fuera y mi cabeza no me deja parar. Acércate, por favor, quiero tenerte cerca. Y no. Me levanto y me voy. A los pocos minutos, siento como si algo se viniera abajo en mi mundo. De nuevo he sentido calor, ya no hacía frío. Tan sólo necesitaba un poco de abrigo en una noche rara para comprender qué hacía, qué significaba mi nombre. Ahora lo sé, ahora sé en qué me equivoqué, ahora sé qué hago mal. Despiértame de la misma manera que no pudiste hacer.
En una toalla. Uno, cinco, uno. No son más que números que no podrán conmigo.
Simplemente, un rato.
En resumen, yo.

No hay comentarios: