lunes, 24 de marzo de 2008
lunes, 10 de marzo de 2008
Un domingo cualquiera
Como cada domingo te levantas con tranquilidad, pensando en lo rápido que pasó el fin de semana. Con dolor de cabeza de la noche anterior y un nudo en el estómago que no te deja tragar nada. Intentas recordar qué fue lo último que hiciste el viernes y el sábado, y te das cuenta que apenas hiciste algo de lo que tenías pensado hacer. Ves que en el domingo no tendrás tiempo para hacer nada. Entre una cosa y otra tu día se pasará. Recuerdas a alguien que te animó la noche, una noche que no parecía tener gran trama, ni desenlace. Sin embargo, te equivocaste. Estuvo demasiado bien. Digo demasiado porque ahora lo que te apetece es volver a repetirlo, igual o no pero repetirlo. Quizá con más horas, quizá cambiando algunas cosas o quizá quitando el final. Y es que a mí no me gustan los finales. Ya sean bonitos o feos, un final siempre es un final. Es decir que se acaba, que remata una cosa.
Los domingos tienen ese gusto a final, o más bien, ese mal sabor de boca que te da el decir adiós, hasta pronto, nos vemos. Este día es en el que te das cuenta lo que hiciste mal y ya no puedes solucionarlo porque pasó, te diste cuenta que no corriste tanto como el segundero del reloj de tu muñeca, no corriste tanto como el palpitar de tu corazón.
Ahora me queda pensar que el siguiente correré (sé que, aún así, no lo suficiente), me queda pensar que no hará falta decir adiós, sino hasta mañana. Y claro, esos sueños de domingos que nunca se cumplen, se cumplirán un lunes, un martes o cualquier otro día, porque con ganas y fuerza al final se acaban cumpliendo. Igual que yo cumpliré hacer del domingo un día cualquiera. Porque, lo dicho, el domingo no es un día normal, y yo mientras sigo soñando con el antes, y sobre todo con el después.
De Zito a las 1:12 a. m. 1 comentarios
domingo, 2 de marzo de 2008
Día a día, sueño tras sueño
Aquella noche mágica me quedé observándote con detenimiento, sin prisas. Allí estabas tú, a escasos centímetros de mí. Yo, sintiendo tu respiración tranquila y tu palpitar, tus labios en medio de la soledad, esa soledad tan dichosa. Aquel momento que esperaba desde que te conozco, podría decir que me enamoré, pero no lo diré. Sería injusto decirte que me enamoré en un día, sería ilógico hablar de amor por unas horas. Chica, sabes que aquel día no fue uno cualquiera, no fue uno más en mi vida. Después de varias semanas era el día en el que mejor me encontré. Pero aún así, no, lo nuestro va más allá que un día increíble, lo nuestro es sinceridad, fuerza, romanticismo y alegría. Te seré todo lo franco que sé y te contaré por medio de palabras lo que he intentado que entiendas día tras día, con besos, abrazos y superando momentos difíciles. Me enamoré a diario, con largas conversaciones, de tus caricias llenas de ternura, de tu enamorada mirada, de tu sonrisa generosa, de tu dulce despertar. Tantas cosas y aún no sé si es esto el amor al que le dedican versos y versos los poetas y cantantes, si es éste el amor de lo que hablan extensamente los libros de texto. La verdad, no me preocupa. Es esto lo que quiero, que sigas ahí, que no te quites de mi mente día y noche, que me llames para un te quiero.
A veces parezco tonto, sonriendo sin que la gente sepa bien por qué, pues ya es hora de que se enteren, estoy ilusionado. Y feliz, muy feliz de tenerte a mi lado. Contigo me siento muy grande. Y por eso, la verdad, también tengo que pedirte alguna cosa. Tengo que pedirte que me busques por si algún día me pierdo. Que me busques en lo más profundo de tus sueños, en el índice del cuento que a veces te he contado. Un cuento en el que tú eres la princesa, y yo sólo un príncipe interesado en convertirse en alguien a quien no consigas olvidar. Ése soy yo, el encargado de hacerte feliz esta parte de tu vida.
De Zito a las 12:28 a. m. 0 comentarios